Diario del ciclista secreto en la Vuelta: ¿Te acuerdas cuando se frenaba?

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Foto: A.S.O./Charly Lopez

La etapa con meta en Albacete fue según el guion previsto. Tenemos mucho calor encima y poco viento. Eso provoca muchos kilómetros de tensión y pocos de acción. Y eso nunca acaba bien. Todos sabíamos que solo en los últimos 30 kilómetros podía pasar algo y ese algo iba a estar más vinculado a una posible caída que a los abanicos por culpa del viento. Y, como casi siempre, eso fue lo que ocurrió.

En meta cada equipo comenzó el recuento de las bajas. Llegas al hotel y en el bus ya has oído la caída desde siete puntos de vista diferentes, puesto que una caída no es caída si cada corredor no cuenta cómo la ha visto. Luego, escuchas a los auxiliares contar la misma caída, puesto que ellos la han visto en la tele del bus o en la tele del hotel. Todo el mundo te cuenta tanto los detalles que incluso aunque tú no te hayas caído, empiezas a sentir el cuerpo magullado.

En las redes sociales te toca leer el enfado de los aficionados de twitter. Ellos tienen claro que todos los corredores hemos sido unos sinvergüenzas por no provocar abanicos y luego hemos sido estúpidos por no aprovechar la caída para romper el pelotón en mil pedazos. Lo que nadie asume es la verdad. La cruda verdad de un día como el de Albacete: el pelotón iba con más miedo por caerse que ambición por liarla. Sí, ¡miedo!

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