«La tierra de las segundas oportunidades»: Una historia ciclista en Ruanda

«La tierra de las segundas oportunidades»: Una historia ciclista en Ruanda

La portada y la contraportada.

Cuando uno piensa en Ruanda lo último que hace es pensar en ciclismo. Es más, Ruanda, para la mayoría, es sinónimo de violencia, de hutus, tutsis, sangre y una película desgarradora rodada por un irlandés blanco estrenada allá por 2005. Ese año en el que Iván Baso corrió el Tour más rápido que nadie (que no tuviera ayuda) pero que no subió a su palmarés. Pero hoy no toca hablar de esto.

Pocos (casi nadie, diríamos) relaciona el país de las mil colinas con bicicletas y mucho menos con carreras, equipos profesionales y ciclistas de primer nivel. Y de esto va el libro de Tim Lewis “La tierra de las segundas oportunidades. El imposible ascenso del equipo ciclista de Ruanda”. Aunque hace ya unos años (2015) que fue publicado en castellano por Libros de Ruta, sigue siendo uno de los mejores libros que hemos leído sobre bicis. De esos que dejan una huella profunda y no se olvidan nunca. Seguramente por ello también ganó el British Sports Books Award en 2014.

El libro gira en torno a tres personas clave. La primera es Tom Ritchey. Seguramente no les suene de nada, pero este hombre pasará a la historia por ser el inventor de la mountain bike (casi nada). Pero, ¿cómo acaba un depresivo rico americano financiando un equipo de ciclismo ruandés? Cosas de excéntricos, seguramente. Pero ahí está. Ritchey se propuso ayudar al pueblo ruandés creando un equipo ciclista que permitiera competir a nivel internacional a los mejores ciclistas del país, fueran de la etnia que fueran. Y lo consiguió, aunque no sin dificultades.

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La tierra de las segundas oportunidades.

El otro gran pilar del libro es Jock Boyer. Otro nombre que pasará a la historia por cosas muy distintas de las que trata el libro. Boyer fue el primer estadounidense en disputar el Tour de Francia (y no lo hizo mal, oigan). Pero, claro, en la vida no solo se es ciclista. Con un turbio pasado, no se sabe muy bien como acabó siendo el primer entrenador del Team Rwanda. También descubrió allí que la mentalidad y la ambición occidental no caben en todo el mundo.

El tercer protagonista de esta gran historia es Adrien Niyonshuti. Adrien tenía solamente 7 años cuando el 7 de abril de 1994 la población de origen hutu empezó la cacería de los tutsi. Fueron 3 meses de baño de sangre, de asesinatos, violaciones y miedo. Fueron asesinadas entre 500.000 y un millón de personas, entre ellas, toda la familia de Adrien y muchas de las familias del resto de ciclistas que llegaron a formar parte del Team Rwanda. Pero Adrien no era (o no es, vaya) como el resto de ciclistas que han pasado por el Team. A diferencia de sus compañeros, Adrien tenía ambición, quería llegar a triunfar en unos Juegos Olímpicos (representó a Ruanda en Londres) y ser ciclista profesional (llegó a militar en el Dimension Data).

Y es que para ser ciclista, para llegar a la élite, los sacrificios y la ambición deben ser muy grandes. Y esa ambición occidental (capitalista, diríamos) no encaja del todo en un país en el que cuando uno tiene suficiente, se conforma. Y ese puede que sea el punto fuerte del libro: ¿se puede crear un equipo, con su estructura, sus entrenamientos, sus ritmos, sus métodos…, en una cultura que está a años luz del individualismo hípercompetitivo occidental?

Como les decíamos, el libro es mucho más que las aventuras (y desventuras) de estos tres protagonistas (y muchos más). El libro trata del genocidio, de la reconstrucción de un país que parecía irreconciliable, de cómo se vive el día a día, sus creencias, de la importancia de sus cultivos, del café… Pero, sobre todo, la historia gira en torno a la bicicleta y a la importancia que tiene esta en la sociedad ruandesa, ya sea como medio de transporte, como máquina para transportar mercancías o como taxi. ¿Cómo podía salir mal el proyecto de crear un equipo ciclista en un país en el que la bicicleta (aunque fueran rudimentarias y de madera) estaba tan presente?

Es más, se podría decir que el libro va un paso más allá y rompe las fronteras geográficas del país (esas que cuatro hombres blancos pintaron sobre un mapa hace mucho tiempo y que tanto daño han hecho) para retratar las condiciones en las que está el ciclismo en toda África, des de Sudáfrica hasta Kenia, pasando por Eritrea, Etiopía… y de lo difícil (imposible, que dice el título) de su desarrollo en el continente.

En fin, consigan el libro, abran la primera página y les garantizo que se van a sumergir en una historia apasionante. Sufrirán y se les cerrará el corazón en muchos capítulos. En otros, en cambio, vibrarán con las victorias del Team Rwanda, de Adrien y de sus compañeros. Y, por supuesto, no dejaran de asombrarse e, incluso, sonreír, en muchos de los pasajes del libro. Seguro que al llegar al final habrán vivido una experiencia muy diferente a lo que están acostumbrados al leer literatura ciclista. Aquí no salen Coppi, Merckx, Indurain ni las grandes cumbres del Tour. Del que, por cierto, ni habían oído hablar los ruandeses.

Aquí encontrarán la historia de unas personas, de un pueblo, que se dio una segunda oportunidad y que sale adelante, montando en bici o simplemente viendo pasar el Tour de Ruanda por delante de sus casas. Una historia que, les aseguro, les dejará huella.

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