La montaña rusa emocional de una Itzulia, por Mikel Bizkarra

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Foto: Photo Gomez Sport / Euskadi-Murias

Como psicóloga del corredor vizcaíno del equipo Euskadi-Murias, Mikel Bizkarra (1989), le comenté si podría usar su ejemplo como muestra del peso que tiene la mente a la hora de rendir en una carrera como es la Vuelta al País Vasco. El corredor, tras haber disputado su segunda participación en la prueba, se ha mostrado colaborador y ha desvelado su experiencia, etapa por etapa, desde una perspectiva psicológica y emocional.

Esto que van a leer es un símil de lo que cada post-etapa solemos hacer vía llamada telefónica. Él me cuenta cómo ha ido la carrera desde una vivencia psicológica e intentamos reajustar lo vivido para la siguiente etapa. Antes que nada agradezco su entrega al corredor por desnudarse emocionalmente y dar opción a visualizar todo lo que se vive pero que normalmente no se comenta ni se pregunta ni se publica. Este fue su día a día durante la Itzulia 2019.

Etapa 1: Contrarreloj Zumarraga – Zumarraga (11.3 km): 80º a 1:31

El correr en casa tiene su peso y sabiendo que ha llegado la carrera más importante del año para el equipo, al comienzo de la primera etapa, el corredor afirma que esa importancia lo notaba en su cuerpo. Aun así, comparando con el primer día en otras vueltas o carreras, esta vez, dice que no sintió tal tensión ni nerviosismo como otras veces, aunque algo se recopilaba en su estómago.

No sé cuál será la razón pero comienzo a tomar las carreras con más calma. De todas formas, hemos empezado esta vuelta con una contrarreloj que acarrea más tensión que una etapa normal, ya que por delante de mí salen muchos, toca esperar, en ese tiempo ves a tus compañeros hacer rodillo, a los auxiliares de un lado para otro, y siempre hay estrés. Todos esos movimientos, dificultan el que puedas estar tranquilo, y si a eso le sumas que está lloviendo, que el recorrido está mojado, que empiezas a valorar los riesgos que estás dispuesto a tomar, etc… la tensión y los nervios se multiplican. Estas emociones las suelo notar cuando me cuesta pensar solo en una cosa concreta. Intento pensar en algo pero al mismo tiempo me vienen a la cabeza cosas diferentes. Es como si no tuviera el control de mis pensamientos. Hay bombardeo.

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Foto: Photo Gomez Sport / Euskadi-Murias

En cuanto a la etapa, Mikel comenta que la crono tuvo diferentes partes: “Técnicamente hablando, el principio del recorrido lo defendí bien, las curvas las tracé bien, con la ambición que la propia carrera te da y no tomé riesgos aun teniendo el asfalto mojado. Una vez bajé Eizaga, noté una liberación mental en donde me dije ‘bueno, ya no me caigo, ahora ya la subida y tranquilo que no hay más peligros’. Pero creo que ese pensamiento me jugó una mala pasada, ya que la bajada de Antigua la hice mal. Eso que le había dicho a mi cabeza de que se acabaron los peligros hizo que me centrara en ‘bueno ahora a no caerme’ y sentí que bajaba mal. Y claro, trazando cada curva si tienes el pensamiento ‘no me tengo que caer’ y sientes que coges despacio la curva, trazas una mal, la siguiente también, pues al final encadenas curvas de una forma insegura y dándole muchas vueltas a la cabeza, que te hacen ir muy despacio”. De esta forma comenzaba el de Mañaria la Vuelta al País Vasco 2019.

Etapa 2: Zumarraga – Gorraiz (149,5 km): 138º a 12:53

La segunda etapa la calificó como “estresante total. Hoy veía demasiados peligros, quería estar atento, pero no he tenido ni la opción, ni las fuerzas, ni la cabeza me estaba funcionando bien”.

El equipo ha estado perfecto, entre Sami y Gari, se han repartido y Gari ha entrado en la fuga, por lo que por esa parte me he sentido aliviado (conseguíamos el primer objetivo del equipo). Pero en toda la etapa, apenas ha habido momentos de relax. Los equipos que querían estar adelante se han organizado cuando aún faltaba mucho para llegar a meta y eso ha hecho que se viviera mucha tensión, estrés… Para mí ha sido un agobio y es algo que lo llevo muy mal. Digamos que ese es mi punto más débil, y más aún después de que me perdiera el inicio de temporada, cayéndome y rompiéndome el escafoides en mi primera carrera de la temporada. La mente es cabrona y en momentos de máxima tensión te recuerda esa caída, lo que conlleva una lesión… Eso hace que frenes más, que arriesgues menos, y que a fin de cuentas termines entre los 10 últimos del pelotón.

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Foto: Photo Gomez Sport

De nuevo, un día más te maneja el pensamiento: ‘único objetivo: no caerme’, y eso hace que sea imposible estar adelante. Los miedos se apoderan de ti y mientras vas en la grupeta, llegan muchas preguntas a tu cabeza: ‘¿qué hago yo aquí? ¿Merece la pena tanto sacrificio para después sufrir así?’.

Después de la carrera, llega el momento de darle la vuelta a la mente, olvidar lo que se ha sufrido, y volver a tener las mismas ganas que el primer día para el día siguiente. ¿Pero, cómo volcamos ese estado anímico? Mikel lo logró de la siguiente manera: Uno debe de mentalizarse de que ha sido un día malo (sobre todo mental) y que puedo re-motivarme con los objetivos y días más importantes, ya que entonces necesitaré las fuerzas que hoy no he gastado. Lograré tener una actitud más agresiva y más ambiciosa”.

Etapa 3: Sarriguen – Estibalitz (191,4 km): 101º a 2:39

El día está triste, hace frío, llueve bastante… Mi mente me recuerda que el día anterior perdí mucho tiempo, que no me encontré bien, que no disfruté nada y volver a estar en un pelotón con unas sensaciones tan malas, pues no es fácil. El clima tampoco ayuda, hemos salido del hotel y llueve, siento frio y además hay viento.

Empieza la etapa y se ha formado una fuga numerosa. Me han pedido estar dentro pero no he podido. Estoy sin fuerzas y al ver que el cuerpo no acompaña, empieza a activarse la lavadora mental intentado buscar respuesta al rendimiento tan bajo: ‘Soy consciente de que vengo de una semana de entrenamientos con un catarro importante el cual aún arrastro, y sé que eso influye, pero quiero dar lo mejor de mí’ . Cuando ves que eso no sucede, empieza la tortura mental. Es cuando la mente se apodera de uno y cuesta darle la vuelta: Con esas malas sensaciones y pensamientos, entras como en una burbuja donde sientes que ‘todo va mal’, y terminas amargándote.

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Foto: Photo Gomez Sport / Euskadi-Murias

Ha sido una etapa muy dura, he hecho muchos kilómetros a cola de pelotón no pudiendo adelantar posiciones, con las fuerzas muy justas, sufriendo muchísimo y en una guerra constante con mi mente cuando me preguntaba todo el rato: ¿Cuánto está influyendo el catarro y hasta cuándo podrá perjudicarme?”. He cruzado la línea de meta y sólo quería llegar al hotel, que nadie me viera y desaparecer del evento lo antes posible. No tenía humor y me sentía condenado a la esperanza de que el día siguiente fuera mejor.

Empiezo a pensar que quizás tendré dificultades de terminar la Itzulia. No es nada fácil tener eso en la mente cuando estás en la carrera de casa y tras haber hecho tanto trabajo y llegar a valorar la etapa de la siguiente forma: “Siento rabia y pena al mismo tiempo. Estoy baldado mentalmente”.

Etapa 4: Gasteiz – Arrigorriaga (164,1 km): 37º a 47″

“He dormido bien y me siento con el chip de carrera, pero la salida me da “miedo”: llueve, es bastante llano, hay 7 grados, mucho viento, carreteras estrechas y éstas no son las condiciones idóneas para mí. Al no sentirme en mi mejor versión, me pregunto si tendré dificultades de seguir al pelotón. No es nada agradable salir con esas dudas. Sin embargo, me he colocado al comienzo del pelotón para intentar recuperar seguridad y confianza en mí mismo.

Salimos y me vuelvo a encontrar con las fuerzas justas, comiéndome látigos y al final terminando a cola de pelotón. Me ha tocado sufrir mucho y he llegado a pensar: ‘¿qué hago aquí? ¿Tanto sufrimiento, frío, esfuerzo y sacrificio hasta hoy para ir a cola de pelotón sin poder apenas seguir el ritmo?’.

No ha sido fácil el comienzo de la etapa. Se ha hecho la fuga, ha entrado Iturria y volvíamos a conseguir el objetivo del equipo que conlleva tranquilidad para los próximos kilómetros. Poco a poco he ido entrando en carrera, endurecía el terreno y he empezado a mejorar mis sensaciones. La gente por frío o por la lluvia se iba retrasando y veía algunos que iban justos. Los he adelantado y me he colocado algunos puestos más adelante. Sin querer iba pasando a gente y colocándome cada vez más en cabeza y me he encontrado con otro golpe de pedal. Cada vez me estaba encontrando mejor. Parecía que había acertado con la ropa, e iba cómodo.

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Foto: Photo Gomez Sport / Euskadi-Murias

Así pues, estaba con ganas de que llegara el primer puerto serio de la Itzulia: Bikotzgane. Sentía ganas e incertidumbre, porque aunque estaba siendo un día mejor para mí, iba a ser el sitio donde iba a ver dónde podía estar en esta parte final de la Itzulia. Todo el negativismo de los días anteriores, ahora se estaba convirtiendo en incertidumbre. Tenía la esperanza de que el cuerpo empezara a funcionar y aunque tuviera dudas tenía muchísimas ganas de que llegara la subida.

Llegó Bikotzgane y el punto de inflexión de mi Itzulia. Se subió rapidísimo, el pelotón se empezó a romper, y sin pensar en ningún momento en las malas sensaciones que había tenido hasta entonces, me limité a hacer la mejor subida posible. Solo pensaba en que tenía que subir lo más rápido posible, como si la meta estuviera arriba. Así lo hice, fui remontando poco a poco, fui creciéndome más y más, las fuerzas no fallaban y fue el primer momento de disfrute en esta carrera. Con niebla, frío, lluvia y cuando todos iban asqueados, yo estaba disfrutando. Iba en una nube, había pasado de no poder seguir a un pelotón entero y de sufrir muchísimo, a estar en un grupo selecto. Iba disfrutando, viendo de quienes estaba rodeado, y se me pasaron volando los últimos kilómetros de la etapa. Era feliz, y por primera vez empezaba a disfrutar de la carrera y de la bici. Por fin me sentía yo.

Crucé meta con esa alegría de ver que estaba al nivel que creía que podía estar. No había conseguido un buen resultado (37 en la etapa), pero viniendo de donde venía, era como una victoria para mí. Le había dado la vuelta al cuerpo, pero sobre todo a la cabeza, y era muchísimo más optimista para los dos últimos días.

Etapa 5: Arrigorriaga – Arrate (149,8 km): 21º a 4:03

Llega la quinta etapa con final en Arrate. Después de unos primeros días en el que me notaba hasta en el humor del día a día que no estaba al 100%, hoy estoy feliz. Sé que va a estar repleto de gente, es durísima, tengo el buen sabor de boca del día anterior y hace sol.

Llega la charla y nos avisan de que va a ser una etapa muy dura, que es posible que cueste hacerse la fuga, que estemos preparados. Si la cabeza está baja, con pensamientos negativos, todas estas cosas pueden crear más negatividad. Pero ese día era completamente diferente, todo esto me estaba motivando. Estaba preparado mental y físicamente para sufrir muchísimo, quería sufrir muchísimo y quería disfrutar muchísimo dentro de todo ese sufrimiento.

Hemos pasado por sitios por donde entreno. Conozco todo. Esto me ayuda: sé cuándo pasar para adelante, cuándo ir más tranquilo, en todo momento sé lo que viene y eso junto a las fuerzas que notaba que tenía, me transmitía una seguridad enorme en mí mismo.

Justo antes de Matsaria estaba en el grupo de cabeza. Como mucho éramos 40, se había ido rapidísimo, y llegaba el mejor terreno para mí y estaba en cabeza. Llegaba a donde tenía muchas caras conocidas, el pasillo de gente… Era el momento esperado y estaba donde quería y como quería. Tocaba disfrutar del momento más bonito de toda la Itzulia. El grupo se redujo muchísimo a tan solo 15 corredores y yo estaba justo después de ellos, en el pasillo de gente, después de esos días tan negros que ahora veía que los dejaba atrás. No sentía dolor, el público me llevaba en volandas y yo disfrutaba con ellos. ¿Quién me iba a decir dos días antes que iba a estar coronando Matsaria entre los 20 mejores de la Itzulia? Estaba orgulloso de mí, de mis sensaciones, de mi mente.

Bajando Ixua, empalmé con los de adelante y para la última subida estábamos unos 25-30 corredores. Hasta meta fue un sufrimiento extremo. Hasta entonces sufría, pero las fuerzas respondían y me sentía poderoso, ahora sufría, pero las fuerzas eran las justas y llegaba el momento de jugar con la cabeza. Sabía dónde tenía que sufrir, por lo que iba poniendo mis metas más cercanas a la meta real de la carrera, como por ejemplo: ‘si aguantas estos 3 kms de subida, no tendrás problemas en los 5 kms siguientes que son de bajada’. Cada objetivo que cumplía era una alegría, una satisfacción, y me volvía a centrar en mi siguiente meta.

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Foto: Photo Gomez Sport / Euskadi-Murias

Uno se limita a coger su ritmo y a olvidarse de los rivales. A pesar de ir con las fuerzas justas, disfruté.

Etapa 6: Eibar – Eibar (118,2 km): 19º a 2:27

Última etapa. Estoy optimista. Tengo muchas ganas de que empiece la etapa, y soy consciente de que volverá a ser una auténtica locura. Estoy preparado para ello. Que sea dura y que se prevea una locura me hace salir más motivado aún. Me siento fuerte, y tal y como lo trabajo con la psicóloga he visualizado la etapa bien. Desde que sacaron el recorrido, sé que una de las claves (y en lo que más suelo fallar), será estar bien colocado al comienzo del puerto de Calvario.

Estoy concentrado desde la salida, no gasto en exceso y me centro en no cometer errores y estar donde hay que estar en cada momento. La colocación en momentos de máxima tensión es mi punto débil desde siempre y esto me crea algo de tensión. Pero conozco perfectamente el recorrido y eso me ayuda a hacer el esfuerzo de colocarme bien, en el momento exacto. Confío en mí.

La carrera se vuelve una auténtica locura y el pelotón empieza a perder unidades. Yo estoy en cabeza todo el rato, vuelvo a tener la misma sensación del día anterior, de ir rapidísimo, de casi ir esprintando, pero tengo fuerzas y me mantengo en cabeza, hasta que en Azurki atacan los grandes favoritos. En mi visualización sabía que sería así, y así está siendo. Sé que me toca sufrir, pero que al mismo tiempo me toca hacer una gran subida. Estando con gente que está luchando por la general, me va a hacer ir rápido en las bajadas y en el llano, y poder empalmar con los que se nos escapan. Ellos se juegan mucho, es el último día y lo van a dar todo por mantener el buen puesto en la general, y yo me tengo que aprovechar de eso.

En la parte final termino cediendo un poquito pero cruzo meta con un gran sabor de boca, feliz y confiado para lo que viene. Y sobre todo con la alegría de ver que he sido capaz de darle la vuelta a una situación tan pesimista en los primeros días y de terminar a un nivel muy alto.

CONCLUSIONES

Mikel Bizkarra: “Para mí ha sido una Vuelta al País Vasco diferenciada en dos partes: por un lado una primera parte llena de pesimismo, malas sensaciones, negatividad y amargado; frente a una segunda, que he terminado con positivismo, buenas sensaciones, confianza y con ganas de más carreras.

La lección y el aprendizaje que me llevo de esta Itzulia es que hay que saber pasar esos días malos para que después vengan los buenos. Y es que he pasado de no querer casi ser ciclista en los primeros días, a querer competir todos los días del año. Vuelvo a reencontrarme con lo poderosa que es la mente y junto a ella, en cómo de influenciadas se ven la actitud, la motivación y la autoconfianza”.

Este ejemplo nos puede servir para volver a recalcar la importancia del trabajo mental y, sobre todo, de lo fundamental que es autoconocerse a nivel emocional. Uno debe saber qué siente, eso que siente qué pensamientos le acarrea, y ello, cómo le influye en su conducta. Las subidas y bajadas no solo las marca el rutómetro, como ha podido desvelar Mikel Bizkarra, el auto diálogo en una etapa y en una vuelta es constante, y hay que saber manejarla. De lo contrario, tú puedes ser tu propio enemigo si el control de la situación la gestiona tu mente y tus emociones (miedos, inseguridades, rabia, dudas…).

Mikel Bizkarra terminó 25º la Itzulia Basque Country, primer corredor Profesional Continental