La resurrección de Mark Cavendish, una lección de inteligencia emocional

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Foto: ©Tim De Waele / Getty Images / Deceuninck-Quickstep

La doble victoria de Mark Cavendish en estas seis primeras etapas del Tour de Francia 2021 han resultado ser una especie de contagio emocional social, al haber alegrado más allá del pelotón, a toda la comunidad deportiva, la cual valora y aplaude su trayectoria, pero, sobre todo, su lucha emocional.

El británico no era elegido como uno de los corredores que formaban el Wolfpack para representar al equipo Deceuninck-QuickStep en el Tour 2021. Publicaban su candidatura al tener que sustituir al dolido físicamente en su rodilla Sam Bennett, que finalmente no acudía a la ronda francesa. Tal fue la sorpresa para la mayoría de los seguidores que la presión de si volvería a ser o no el que su palmarés recoge era toda una expectación. Sin embargo, logrando ya dos victorias, lo que ha conseguido da pie a entender el papel de la inteligencia emocional a la hora de conseguir un objetivo determinado.

Está claro que una vez tuviera imperdibles en su mano para unir el dorsal a su mallot, sus aspiraciones a lograr la victoria serían ambiciosas. Pero la fantasía hacerla realidad, es todo un mundo, ¿verdad? Ha habido tres opciones para ganar al sprint de lo que llevamos de Tour. En el primero, ganado por Tim Merlier, Cavendish no pudo ni siquiera pelear por cruzar primero la meta, ya que fue una de las etapas marcadas por las numerosas caídas, que le dejó cortado y sin opciones, pero las siguientes dos no ha fallado. Ha necesitado una segunda jornada de poder estar en la pelea para asentar el golpe de manillar y lograr además de su victoria 31 en el Tour, el maillot verde. La carga emocional que se escondía para el británico tras la línea de meta era lo suficientemente grande como para necesitar un esfuerzo de gestión extra y permitirse liberar lo acumulado hasta entonces.

Sea por una buena gestión de los nervios de volver al evento del año, o por la buena focalización de la presión de un palmarés admirable, Cavendish se alzó como ganador en la cuarta y sexta etapas. Han sido sus victorias número 31 y 32 en el Tour de Francia. Después de superar lesiones y depresiones, vuelve a lo más alto cumpliendo el sueño para el que se empleó a fondo.

Como equipo, tenían un plan, sí. Pero lo importante era que la carga emotiva no se tornara en miedo o frustración ante la posibilidad de no conseguirlo o no tener más oportunidades como estas. En este escenario, juega un papel clave un tipo de inteligencia: la llamada inteligencia emocional. Es la capacidad que tiene una persona para reconocer, percibir, expresar, comprender y gestionar sus propias emociones y distinguir los sentimientos y etiquetarlos apropiadamente. Para ello se utiliza la información emocional, para así guiar el pensamiento y la conducta, y administrar o ajustar las emociones para adaptarse al contexto o conseguir objetivos.

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Foto: ©Tim De Waele / Getty Images / Deceuninck-Quickstep

Cuando un deportista compite, llega a unos límites a los que solo no llegaría. Se coloca en situaciones extremas, de alto voltaje a nivel emocional y físico, que hay que saber gestionar. Hay una parte importante de talento y de habilidad física, pero por encima de todo está la parte emocional. No es teoría, es también ciencia: si se seccionan las vías cerebrales que van de la amígdala (emociones) al córtex (razón), aunque la persona mantenga la inteligencia lógica intacta, sus decisiones suelen ser erróneas. Nuestro cerebro necesita al corazón para pensar. Los sentimientos son imprescindibles para tomar decisiones, planificar, reflexionar y cumplen una función clave para activar al organismo y para relacionarnos con los demás. Pero no olvidemos que ser humano significa sentirlas.

Como en el caso de Cavendish, conseguir un objetivo pasa por reconocer, tomar consciencia de las sensaciones y actuar. Hacerlo, además, sumando lo mejor de los dos mundos: cabeza y corazón, porque, cuidado, nuestra mente siempre quiere ir más allá. Quiere anticipar para protegerse y se pregunta antes de tiempo qué pasará si hace algo o si hace lo otro. En ese momento al deportista le asaltan muchos pensamientos, pero la clave está en estar centrado en esa competición. La cabeza desconfía, pero el corazón confía. Si el corazón gana o prevalece, vamos bien. De lo contrario, tenemos que ajustar y volver a poner foco en lo que depende única y exclusivamente en nosotros.

En ese preciso instante, uno debe centrarse en el presente y no anticipar el futuro. Como si se tratara de un entreno. De ahí un eslógan muy recurrente entre los deportistas: “Entrena como si compitieras y compite como si entrenaras”. Nunca pruebes a competir lo que no hayas entrenado.

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Foto: ASO / Charly Lopez

Tal y como sucede en el Tour, la victoria es una lucha titánica y salvaje por unas décimas. En la cabeza del deportista no existe nada más que lo que está realizando en el presente: no hay más que lo que mira, ve y siente. De ahí que cuando le dicen que dos triunfos le separan de Merckx, el británico recalque “no me planteo alcanzar a Eddy, aunque tampoco contemplaba participar en el Tour ni vencer de este modo”. La filosofía “day by day” es lo que se parece a lo que el mindfulness defiende como atención plena del aquí y ahora. Y ese es el mejor aliado.

Mark Cavendish tenía una misión, un objetivo que trascendía lo deportivo y entraba en lo personal: dedicarse la victoria a sí mismo y a su entorno. Para ello se empleó en el presente, dejando de lado el miedo al fracaso. Justo hace un año, el británico pertenecía al Bahrain McLaren y estuvo en la escapada del día en la Gent-Wevelgem, al parecer, para autorregalarse un bonito fin de carrera ya que en meta respondió ante el micro que “esta puede haber sido mi última carrera”. Sin contratos ni apenas opciones de seguir, pero con un entorno que le sumaba, subraya la importancia de que mientras “muy poca gente creía en mí, pero mis compañeros y yo sí que confiábamos en hacer algo importante”.

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Foto: ©Tim De Waele / Getty Images / Deceuninck-Quickstep

Lo difícil es creer en uno mismo cuando ya apenas nadie lo hace o cuando tus resultados ya no reflejan quien has sido hasta entonces. La confianza es un factor determinante que nos obliga a centrarnos en lo que somos, en lo que depende de nosotros y en lo que sabemos que podemos llegar a ser. La confianza invita a la fantasía a ser parte del juego, pero siempre prevalece la realidad de uno mismo, el aquí y ahora: dónde estás, quién eres, quién estás siendo y qué quieres llegar a ser. Uno solo no llega, suma el contexto, el entorno, y por eso, Cavendish abrazó uno a uno a todos los auxiliares y ciclistas del Deceuninck y gran parte del pelotón alagó su rendimiento. No hay nada como ser querido y valorado emocionalmente.

Todos los deportistas son conscientes de que, si están un poco nerviosos o alterados por el miedo, el fallo o las circunstancias externas, no van a rendir al 100%. Por eso es especialmente clave entrenar la fortaleza mental para gestionar mejor pensamientos, emociones y acciones en el desarrollo del deporte. A sus 36 años, dos triunfos le separan de Merckx, pero de momento eso no deja de ser una mera fantasía que funciona como distractor en la realidad. De momento, porta el maillot verde de los puntos y todo lo que puede llegar a conquistar sólo será escrito en la historia si mentalmente se aleja de la ilusión y se centra en lo controlable. Es ahí donde nos ha dado la lección de ser emocionalmente inteligente.

¡Qué vivan las viejas glorias!

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