En el corazón de Bioracer: Los secretos de la ropa de grandes campeones

En el corazón de Bioracer: Los secretos de la ropa de grandes campeones

Un arco hinchable nos recibe junto a un amplio colgador donde descansan las bicis de los empleados. Se abren las acristaladas puertas y una gran foto de los campeones o medallistas olímpicos que visten Bioracer presiden una espaciosa entrada.

Una fábrica donde se diseñan y acaban de confeccionarse las diferentes pieles de los grandes campeones y también donde, a juicio personal de este redactor, se da vida al maillot más bonito y emblemático que existe en el ciclismo. No es el arcoíris, es el celeste de la selección belga. Solamente es una cuestión de gusto, pero el gusto es nuestro por visitar las entrañas de esta factoría de campeones en Tessenderlo, en la provincia belga de Limburgo.

Se trata de ochenta empleados, sin contar las redes de comerciales, los que hacen posible que Bioracer sea una marca vestida por la selección belga, holandesa o alemana y entretanto sean capaces de diseñar los trajes aero más envidiados y sofisticados del mercado. Los que por ejemplo han visto a Tony Martin ganar mundiales contrarreloj o los que cada cuatro años copan el medallero ciclista en unos Juegos Olímpicos. Sólo así se comprende que las principales salas de trabajo o de reunión estén nombradas con diversas citas olímpicas.

Pero yendo al detalle, las caras de concentración de los empleados y empleadas se fijan en los dibujos y bocetos que presiden enormes pantallas de ordenador. No se escapa ningún detalle de cualquier diseño, porque si algo es Bioracer es la principal marca ‘custom’. De hecho es su noventa por ciento de producción. Un cliente que incluso quiera tener a su mascota o un personaje de Star Wars en su maillot, sólo tiene que seguir el proceso de personalización y pocas semanas más tarde, disfrutarlo encima de la bicicleta.

La visita continúa hacia unas enormes impresoras presididas por ese delicioso maillot celeste de la selección belga, con un enorme dibujo de dónde va cada pliegue, cada pieza de la casaca o del culote. Ahí, el propio ruido de la maquinaria y el olor a pintura invade nuestro espacio, mientras nuestro guía no deja lugar a dudas: “Podemos aplicar cualquier color, sin excepción”. Queda claro.

Nuestros pasos se adentran en una segunda sala donde ya hay piezas y colecciones pintadas, pero no es más que un campo de pruebas para tomar medidas a los modelos o maniquíes y seguir haciendo el trabajo. Aunque llama poderosamente la atención la máquina especial que prueba la resistencia de la badana, la parte fundamental de un culote. Se estira a prueba de deformarse o del propio desgaste entre nuestros músculos, piel y el sillín. Porque este es el principal paso para testar la calidad. Nuestros anfitriones nos señalan que casi no suelen llegar badanas con defecto, por lo que la fiabilidad de fabricación es máxima.

Las prendas llegan desde sus puntos de fabricación a un tercer y amplio almacén. Aquí la máquinas de coser y sus inconfundibles sonidos presiden el ambiente. Antes, esas láminas con los diseños pintados están en una enorme y precisa prensa, para ser ensamblados en cada centímetro cuadrado de tejido. Es mucho más sencillo de lo que realmente parece, pero se necesitan manos muy expertas para que todo quede en su sitio.

Las cajas con badanas, tirantes por separado, alguna cremallera y trozos de tejido sobrante en el suelo o dispuestas en otras cajas se agolpan ante varios puestos donde un maniquí con sólo un trozo de forma humana sirve para probar con precisión cada culote y darles ahí la forma de cada pierna. Todo sigue su lógica.

Una vez cosido todo, a máquina principalmente pero también a mano alguna parte más delicada, el almacén central sirve para que desde allí comience esa ambiciosa distribución para cada equipo, grupeta o particular. Desde ahí sale esa producción de ese noventa por ciento de prendas personalizadas que hacen las delicias de los ciclistas más exigentes con su vestuario, a las tiendas y otros distribuidores o directamente a la piel de los Van Avermaet, Dumoulin, Martin, Van der Breggen u otros grandes campeones o campeonas.

“Te hacemos más rápido” es el lema de Bioracer, algo que llevan haciendo desde que en 1985 comenzaron a fabricarse estas prendas para convertirse en vanguardia de la moda y del día a día ciclista. Aunque sus piezas más codiciadas son esos trajes ‘Speedwear’ que, como ya comprobamos en Zikloland, hacen nuestra piel más aero que nunca. Incluso los corredores que quieren las máximas prestaciones en su piel y vencer la resistencia del viento, tienen una sala de pruebas donde le son medidas con total precisión sus tres posiciones fundamentales en la bici, calibrando su velocidad, potencia y cómo se puede mejorar para ser más rápido vistiendo estos trajes.

En nuestra experiencia en la Lieja-Bastoña-Lieja 2018 de la mano de Ridley, nuestro vestuario fue Bioracer. Eligiendo el maillot Bodyfit Tempest, el culote ‘Race proven 2.0 Lycra’ y sólo en el primer tramo de nuestra experiencia en la Decana el chaleco Windblock.

Del maillot Bodyfit Tempest, uno de los más elegidos por los usuarios para su personalización, conviene añadir que tiene un corte aero, especialmente en sus mangas y su acabado en esa zona pero no es tan agresivo como los de la familia ‘Race proven’. En cuanto a la familia de culotes, los tres ‘Race proven’ son similares en cuanto a su construcción y diseño aero, pudiendo además registrar hasta tres zonas diferenciadas para marcar logos, dibujos o marcas en esta personalización.

Ropa transpirable –disfrutamos de hasta 27 grados de máxima- en nuestra experiencia en la Lieja-Bastoña-Lieja y la sensación de que pese a estar cinco horas encima de la bicicleta y sobre un sillín sobre nuestra Ridley Fenix SLX Disc que no nuestra habitual montura, el culote y las badanas tope de gama de Bioracer son una garantía más que suficiente de comodidad y eficacia en estas rutas tan exigentes

Galería