Belgian Cycling Factory: Una historia de bicis y de película

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Joachim Aerts, el máximo responsable de Ridley soñó con ser un ciclista como Eddy Merckx. El para la gran mayoría ciclista más grande de todos los tiempos soñó desde 1980 con que las mejores bicicletas llevaran su nombre por todo el mundo. Desde mitad de 2017, los caminos y los sueños de ambos se cruzaron bajo el nombre de Belgian Cycling Factory.

Y es una historia de película, porque la inspiración de Aerts para crear su propia marca no deja de ser un tributo al director de cine Ridley Scott. Así se entiende mucho mejor esta superproducción de bicis, componentes y fantasías por cumplir.

Llegar a este complejo situado en Paal, en pleno corazón de Flandes, es como llegar a una especie de paseo de la fama o directamente un museo ciclista. Desde el ‘show-room’ de Ridley se contempla absolutamente todo. Los modelos de la marca belga de carretera, gravel, contrarreloj y mountain bike y un número mágico: el 525. Corresponde a las victorias de las que sólo Eddy Merckx y nadie más puede presumir ni presumirá, y también a su modelo estrella de ruta, la EM 525 que está flanqueada por la San Remo 76, la Sallanches 64, Mounrex 69 o la más vintage Liege 75, de la que nuestros ojos no podían apartarse.

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Son doscientos metros cuadrados inspirados en el adoquín flamenco, el barro de sus catedrales del ciclocross, la bien lijada madera de las pistas y un césped artificial que evoca el campo y los caminos para sus gravel o MTB. Además de bicis relucientes, una pequeña barra donde cuelgan maillots de campeones legendarios que han honrado a la marca Ridley e incluso una foto de un jovencísimo Tom Boonen exprimiendo esta montura mucho antes de ser leyenda.

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Todo está inspirado en la pasión que destila la marca belga por excelencia y, como decíamos, desde esa sala se contempla cómo los cuadros son pintados y cómo cada empleado cuida hasta el más mínimo detalle de esas monturas que llegan a la sede principal de Belgian Cycling Factory desde sus países de producción para acabar de darles forma antes de que conquisten kilómetros y sueños.

El café recién salido de una precisa máquina italiana sabe mejor antes de proseguir nuestra visita al corazón de la factoría belga. Pero entre sorbo y sorbo de ese expreso y viendo un viejo maillot del Molteni y esa Liege 75 tan próxima a nosotros, recordamos que Merckx se inspiró en el viejo De Rosa para dar forma vida a su propia marca de bicis. Pero al final todo nace y acaba en Flandes, aunque intentando mirar a todo el mundo de puertas para fuera.

A mitad de 2017 Ridley adquiró Merckx para hacerse más fuerte y para que la firma del mito no siguiera estancada en su distribución y venta a nivel global. Una noticia que causó revuelo en la principal nación del ciclismo, pero fue vista por todas las partes como algo necesario para seguir innovando y seguir creciendo, para que los modelos Merckx. No se trataba de borrar un pasado glorioso venido a menos, sino rodar juntos y más fuertes por un camino ganador.

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Las palabras están muy bien, pero para comprender mejor esta sinergia hay que pasar a los hechos, y no hay mejor campo de acción que la propia carretera. Por esta razón, en nuestra experiencia en la Lieja-Bastoña-Lieja Challenge pudimos comprobar sobre el terreno tras fijarnos al detalle, que cuatro de cada diez bicis allí vistas son Ridley o Eddy Merckx. Y para nada es una apreciación exagerada.

Apurado el café, nuestros anfitriones y guías nos apremian a cumplir con la escrupulosa puntualidad del programa, y nos guían por un intenso recorrido dentro de las instalaciones. Donde llegan los cuadros, entre 400 y 500 a la semana y donde son pintados y montados, alrededor de unos 150 a la semana y teniendo muy en cuenta los colores estándar de cada colección y por supuesto los gustos de cada usuario que ha preferido personalizar su color y pegatinas de la Ridley.

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No parece un trabajo complejo, pero sí laborioso y cuidado hasta el detalle. “Por favor, que nadie toque los cuadros durante la visita. Que sólo haya grasa de la cadena y no de nuestras manos en la pintura”, bromea nuestro guía Maarten. Evidentemente cumplimos su recomendación, pero si no nos dejan utilizar el sentido del tacto tenemos que afilar especialmente el olfato.

Sí, porque todo huele a pintura. Diferentes lacados y hasta tres fases para dar paso a una cuarta para plasmar las pegatinas en cada cuadro y en algunos casos, más que pegar un adhesivo se trata de colocar minuciosamente unas guías para que otras capas dejen bien visible la firma, el nombre y el logotipo de Ridley.

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La tercera fase de la visita es la más atractiva, y donde el olor a pintura se cambia por el de ciclismo puro. Neumáticos, lubricantes, cajas de neumáticos Vittoria o componentes Forza (el sello propio de Belgian Cycling Factory) y también ese brillo especial y único que tienen los grupos Campagnolo o Shimano recién abiertos y sacados de sus cajas. Una nube de llaves de todos los números y diferentes herramientas perfectamente ordenadas hasta que el sonido de la sirena perturba nuestros oídos y esa paz que hemos encontrado ahí dentro entre planta y planta, caja y caja, cuadro y cuadro y por supuesto bici y bici.

Es mediodía y es la hora de comer, aunque antes debemos abandonar momentáneamente este salón de la fama, esta factoría de película para ajustar nuestras Ridley Fenix-SLX Potenza Disc que apenas un después tenían que conducirnos por las cotas más célebres de las Ardenas. Antes de pedir al gentil mecánico que ajustara la altura de mi sillín, colocara el soporte para mi ciclocomputador y diera medio giro de llave para ajustar a mi gusto el desviador trasero de este sorprendente nuevo grupo de la familia Campagnolo, estuve reflexionando conmigo mismo sobre todo el proceso que sigue una bicicleta Ridley desde que es ideada, hasta que nace, se prepara para su vida y llega a nuestras manos para disfrutarla.

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Es un proceso más sencillo de lo que realmente parece, pero a su vez es fascinante y otro detalle, la misma caja en la que llegan a la factoría de Paal es exactamente la misma que sale en dirección a cualquier distribuidor o tienda del mundo. Quien le iba a decir a Joachim Aerts a mitad de los noventa cuando comenzó fabricando cuadros a medida para tiendas locales que su firma y su sueño acabarían expandidas por todo el mundo. Incluso junto al apellido que tanto anheló emular. Así es esta pequeña gran historia de bicis y… de película.

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