Japón, los Juegos Olímpicos y el coronavirus

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Foto: Photo Gomez Sport / RFEC

Japón es un país especial y lo es en todos los sentidos de la palabra. La crisis sanitaria del coronavirus no ha hecho sino demostrar las diferencias entre Japón y el resto del mundo occidental a la hora de afrontar una crisis epidemiológica y económica. Y todo ello con unos Juegos Olímpicos por el medio.

Japón fue de los países que mejor salvó el inicio de la pandemia. Bloqueó los aeropuertos, se cerró internacionalmente y aprovechó la tradición de uso de mascarillas y de distancia social para conseguir unas cifras muy bajas en términos de contagios y fallecimientos.

Al mismo tiempo y tal vez influidos por esa dinámica de pocos fallecimientos, Japón no pisó el acelerador en las campañas de vacunación. Sin embargo, en este verano de 2021 han llegado los Juegos Olímpicos y la expansión del COVID-19. Ahora mismo se están viviendo cifras récord en los contagios, con miles de nuevos casos diarios.

Foto: UCI Cycling

La preocupación está creciendo en todo el país y se está viviendo una situación paradójica, con cierres, restricción de movimientos, solicitud de que las personas enfermas con síntomas leves no vayan a los hospitales… pero con la disputa de los Juegos más tristes de la historia, puesto que se están celebrando sin público en los estadios y muchas veces incluso sin público en la calle en las pruebas que se celebran al aire libre.

La vacunación, eso sí, está creciendo en las últimas semanas. Japón ha decidido apostar fuerte por esta solución y se calcula que a finales de agosto estará vacunado el 40% de los habitantes y a mitad de octubre será ya un 70%, es decir, que en apenas unos meses vacunarán al 70% del país, puesto que no hay que olvidar que hasta el mes de mayo la vacunación había sido anecdótica.

El otro punto realmente curioso de los Juegos es la falta de pasión de los japoneses hacia la competición olímpica. No hay que olvidar que las familias japonesas son las que más ahorran en todo el mundo. Y los Juegos Olímpicos no son precisamente una competición económica y, además, llegan en mitad de una pandemia y provocan la entrada en el país de varios miles de extranjeros. Todo eso ha generado muchas controversias locales y poco entusiasmo popular en unos Juegos Olímpicos que se han celebrado en condiciones muy complicadas, pero que seguro que no son cerrados con la afirmación de que hemos vivido los mejores Juegos de la historia.