Flandes, la meca del ciclismo

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Panorámica desde el Koppenberg. Foto: Visit Flanders

La vida a veces es curiosa, muy curiosa. Soy un apasionado del ciclismo a pesar de que en mi ambiente familiar no había ninguna cultura ciclística. Tampoco mis amigos más próximos tenían el más mínimo interés en el ciclismo, e inclusive no dudaban en salir corriendo cuando se me ocurría comentarles alguna noticia vinculadas al mundo del pedal.

Yo diría que no tuve ni siquiera un vecino al que le gustara la práctica de este deporte, y yo juraría que hasta mis perros miraban con desdén las bicicletas al pasar. Con este historial, y siendo nacido y criado en Valencia, evidentemente mi primer contacto con el ciclismo fueron las pocas imágenes y noticias que nos llegaban, por aquel entonces, de la Vuelta a España o el Tour de Francia.

Sin duda, fueron las hazañas de los ciclistas de la época en estas dos carreras (las únicas que se emitían por aquel entonces en la TVE) las que me conquistaron como seguidor incondicional del deporte del pedal. Sí, estoy hablando del siglo pasado, cuando no existían ni internet, ni móviles, e incluso cuando la tele hacía poco que había dejado de ser en blanco y negro para mostrarnos un mundo en color, por lo que la información no era ni mucho menos, tan accesible como lo es ahora (que distante parecen esos tiempos y que cercanos están en mi mente).

Con estos condicionantes y ávido como estaba de conocer un poco más en este apasionante deporte, descubrí esos peculiares semanarios especializados en ciclismo que fueron El Ciclista, primero, y Meta2Mil, después. En estas publicaciones, escribía un periodista belga, desafortunadamente ya fallecido, llamado Jeff Van Looy (los más viejos del lugar sabrán sobradamente de quien hablo).

Gracias a él y a sus columnas en estos semanarios empecé a descubrir otro ciclismo diferente al de las grandes vueltas, diferente a ese ciclismo que yo siempre había visto por televisión. Un ciclismo de pruebas de un día, de lluvia, barro y un frío punzante, que no precisaba de la más empinadas de las montañas para ser tan apasionante, o más, que las pruebas por etapas.

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Foto: Steven Ledoux

Jeff Van Looy explicaba en sus columnas la diferencia entre una clásica, un critérium, una kermesse… recalcaba claramente que sólo existían cinco grandes “monumentos” pero sobre todo mostró cuan apasionado es el pueblo flamenco con el ciclismo, y cuanto de su mística el ciclismo le debe a Flandes y a sus gentes. Y así, en la medida que iban pasando por delante de mis ojos, año tras año, los grandes eventos ciclísticos de la temporada con las omnipresentes banderas amarillas con el León de Flandes, fui encantándome más con ese “otro” ciclismo de Clásicas, y priorizándolo sobre las pruebas por etapas.

Crecí, acabé de estudiar, empecé a trabajar y formé mi propia familia. Mi esposa e hijas, que conmigo se están ganando el cielo, saben que deben compartir mi amor con la Milán-San Remo, París-Roubaix, Tour de Flandes, Lieja-Bastogne-Lieja, o Lombardía. Y es por esto, que en algunos de nuestros viajes las visitas a los puntos turísticos de mayor interés se cambiaran por visitas al velódromo de Roubaix, o por ver de primera mano la salida de la Milán- San Remo, por poner algunos ejemplos.

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Foto: Steven Ledoux

Pero a pesar de conocer estos “templos ciclistas” y alguno más que no he mencionado, sinceramente me siento como aquel ciclista que no consiguió acabar el Tour de Francia, y por tanto no se ganó ese oficioso “carnet de ciclista” que se supone se le otorga a título honorífico a aquellos corredores capaces de realizar al completo la “Grand Bouclé”, como aquel marinero de antiguamente que tras conseguir cruzar el siempre peligroso Estrecho de Magallanes se ganaba el derecho de escupir contra el viento.

Porque, con qué moral puedo solicitar el carnet de “forofo del ciclismo” si no he podido ver de primera mano, los empinados adoquines del Kapelmuur, el Paterberg, el Koppenberg o el Oude Kwaremont. Si no he vivido en primera persona la fiesta que es para los flamencos De Ronde van Vlaanderen, o más conocido aquí en España como el Tour de Flandes. Sinceramente no se puede.

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De Muur van Geraardsbergen. Foto: Visit Flanders

Pero afortunadamente, conseguí vivir para ver el inicio de un nuevo siglo, que además de traernos una mayor globalización del ciclismo nos trajo internet. Y así como en su día descubrí esos semanarios de ciclismo que por tanto años me acompañaron, hoy he tenido la fortuna de descubrir una página web, www.visitflanders.net, que me facilita toda la información que necesito para alcanzar uno de mis más preciados objetivos. Visitar la tierra santa del ciclismo, porque como muy bien nos describía Jeff Van Looy, nadie vive el ciclismo como si de una religión se tratara, más que los flamencos.

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Foto: Steven Ledoux

Así que ya estoy afinando mi inglés, porque mi plan es dejar a mi familia disfrutando en el Museo del Cómic o comprando deliciosos chocolates, mientras yo degusto una buena cerveza belga con algún aficionado flamenco para que me diga si para él fue mejor Johan Museeuw o Tom Boonen. Quizás, si luego le invito a una segunda cerveza, y la acompaño con esos apetitosos mejillones, patatas fritas, o algún otro plato de la excelente gastronomía flamenca, hasta consigo que me cuente los secretos de donde es el mejor lugar para asistir De Ronde.

Voy a sacarme la foto, que mi carnet está al caer… En Visit Flanders voy a encontrar el viaje ideal para mí…

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