¿Cómo funciona el análisis del pasaporte biológico de los ciclistas profesionales?

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Foto: AEPSAD

El caso de Oier Lazkano ha provocado una revolución en redes sociales por el fuerte impacto que ha supuesto conocer las irregularidades en el pasaporte biológico del ciclista de Red Bull en sus tres años de corredor de Movistar: 2022, 2023 y 2024. Pero más allá de la situación concreta del ciclista vasco, ¿cómo funciona el análisis del pasaporte biológico?

La lucha contra el dopaje con el pasaporte biológico arrancó del reconocimiento de una incapacidad del sistema: los deportistas eran capaces de doparse en casa y presentarse limpios en las competiciones. ¿Solución? Hacer controles fuera de competición. Para eso los ciclistas deben fijar una hora al día durante todos los días de su vida de obligado cumplimiento en un lugar fijado con suficiente antelación para poder pasar un control antidopaje.

Esa información de decenas de controles fuera de competición permitió a los investigadores ir un paso más allá y empezar a sancionar por irregularidades indirectas, es decir, no es necesario detectar en un laboratorio el consumo de EPO. Es suficiente comprobar la consecuencia de ese consumo, es decir, cambios en la situación sanguínea del ciclista. En ese sentido, los expertos analizan con lupa el hematocrito, la hemoglobina y los reticulocitos. O dicho en otras palabras: los glóbulos rojos maduros y los glóbulos rojos recién creados. Y todos esos valores deben ir siempre en sintonía. Hay ciclistas con valores medios altos y otros con valores medios bajos. Todo es correcto. Lo que no es correcto es que existan alteraciones muy grandes.

En el caso de que se comprueben esas alteraciones, los expertos inician una segunda fase: el análisis de posibles concentraciones en altitud o factores externos que puedan justificar lo sucedido. También analizan el calendario del deportista para comprobar si esas alteraciones se han hecho pensando en mejorar el rendimiento de cara a una carrera. Todos esos datos son estudiados y también se analiza si las muestras se han recogido de forma correcta y han sido bien conservadas hasta llegar al laboratorio. Con toda esa información, se emite un primer informe y se envía al ciclista para que presente alegaciones. En ese momento, el corredor pasa a estar en un limbo jurídico complicado.

Desde un punto de vista legal, el ciclista puede seguir corriendo ya que no existe sanción, pero necesita buscar un asesor científico que le ayude con las alegaciones. Esa fase ya ha acabado en el caso de Oier Lazkano, quien no ha convencido a los expertos. Y ahí entramos ya en la fase final: el caso pasa a ser juzgado y genera una sanción de entre dos y cuatro años en la inmensa mayoría de los precedentes. La única novedad, según publica EL PAÍS, es que el corredor habría recibido una visita de los agentes antidopaje para solicitarle el ordenador y el móvil y comprobar si existe alguna vinculación con redes de dopaje. El corredor sí que parece haber cedido esos dispositivos para su análisis, lo que viene a certificar que la lucha contra el dopaje sigue dando pasos en la búsqueda de información.