Ourense Strade Termal by Ridley: Un estreno de éxito

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Foto: Ridley

El domingo 15 de abril me desplazaba hasta el Balneario de Lobios, en la provincia de Ourense y muy cerca de la frontera con Portugal, para participar en la primera edición de la Ourense Strade Termal. La invitación corría a cargo de Ridley y de la marca italiana de ropa deportiva Pissei, ambos patrocinadores de la prueba.

Bajo esa denominación y haciendo alusión a la clásica italiana Strade Bianche, se ofrecía la novedad -al menos en Galicia no hay ninguna prueba similar- de mezclar el asfalto con tramos de tierra, cuatro para ser más exactos, en un recorrido que en 110 km alcanzaba un desnivel positivo acumulado cercano a los 3.000 metros.

La primera edición de una prueba novedosa que había generado tantas expectativas siempre genera incógnitas. Para mí la principal, en cuanto al recorrido, era saber cuál sería el estado de los tramos de tierra después de unos meses donde la lluvia ha sido una constante en la Comunidad.

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Antes en Galicia se diferenciaban cuatro estaciones en un año, ahora, no sé si por el cambio climático, la cosa va por años. El año pasado tocó año de sequía; este, en cambio, es uno de esos años en los que te salen branquias y escamas, y que tanto te agota psicológicamente cuando practicas deporte al aire libre y ciclismo especialmente. Además, hay que sumar un mayor peligro en las carreteras, rozaduras que no tienen tiempo a curar y, si además eres de los que cuidan su bici, limpiar y secar la bici para cuidar la transmisión no es lo que más apetece después de unas horas bajo la lluvia. Por lo tanto participar en una prueba con una bici cedida ya era un alivio, ahora también tocaba comprobar como respondía una Ridley de carretera en una prueba tan exigente.

Cuando recojo mi dorsal, en una línea de salida muy vistosa, lo primero que compruebo en la lista de participantes es que el número de inscritos superaba los 400, cifra nada desdeñable para ser su primera edición quedándome claro que el futuro de esta prueba dependía mucho de cómo salieran las cosas. El boca a boca de tantos participantes iba a marcar su devenir, tanto para bien como para mal.

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El enclave, como se suele decir, mágico. Cuando llegué a las ocho de la mañana, con el frío que hacía a esas horas, un grupo de personas se estaba dando un baño en una piscina exterior de aguas termales y me invadió una sensación de envidia sana, o no tan sana. Por lo tanto, el año que viene, si vuelvo, estoy seguro de que me alojaré en el Balneario.

La prueba empezó con bastante puntualidad bajo un cielo nublado, pero sin lluvia y desde el primer kilómetro un coche de la organización se puso en cabeza para marcar el ritmo de la prueba dado su carácter no competitivo. Respecto al perfil de la prueba, ni un solo kilómetro llano, pero no es nada que me sorprendiese, la zona ya es conocida por muchos cicloturistas, pues en la Sierra del Xurés se organizan algunas marchas en la vecina Portugal.

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En el inicio del primer puerto, desde la organización permitieron que cada uno subiese a su ritmo, para en el alto volver a marcar el ritmo de la prueba. A unos 6 km de ese puerto, a la altura del primer avituallamiento, estaba marcado el único punto de corte puesto por la organización y todo aquel participante que no pasase por él con un tiempo determinado era desviado para incorporarse a la prueba unos 30 kilómetros más adelante.

La organización en este aspecto fue muy benévola y de eso doy fe en primera persona, pues poco después del avituallamiento, en un tramo adoquinado de la localidad portuguesa de Tourem, justo a pie de la segunda dificultad montañosa de la jornada, sufrí un pinchazo y como me había olvidado de meter una cámara en el maillot, tuve que esperar unos 25 minutos para que llegase la asistencia mecánica de la organización, por lo que pude comprobar el rosario de ciclistas que fueron pasando en ese tiempo.

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Este aspecto, el de la asistencia mecánica, sí que es mejorable, en concreto en esos varios tramos de adoquines ya que fue en estos donde hubo el mayor número de percances. Se echó de menos un mayor número de efectivos puestos a disposición de los participantes. Por suerte a esa hora ya lucía el sol y no tuve que esperar bajo la lluvia cantando “singing in the rain”.

Respecto a los tramos de adoquines, a mí me encantaron, me recordaron a mi etapa como sub23, cuando solía correr mucho en Portugal donde abundan mucho más la pruebas donde había algún tramo adoquinado. En línea de meta oí opiniones a favor y en contra de ellos, pero para gustos, los colores. La organización en su web no los menciona, quizás porque son muy cortos; para mi gusto son un aliciente más.

En ese punto también ya habíamos completado el primero de los tramos de tierra, el más corto y su estado era perfecto. Los otros tramos de tierra que vinieron después, más largos y duros, también estaban en perfecto estado, en ningún caso estuvieron blandos y embarrados, por lo que hay que felicitar al organizador. Es de suponer que estuvieron trabajándolos con máquinas los días previos, sobre todo en las zonas más planas.

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Después del pinchazo ya no estaba al abrigo del pelotón, por lo que me tocó hacer el resto de la prueba prácticamente en solitario, lo que me sirvió para comprobar la inmejorable señalización de la prueba; perderse era imposible. Además todos los cruces con cierto peligro estaban cubiertos por personal, especialmente por efectivos de protección civil de cada una de las localidades por las que transcurría la prueba, en los tramos por Portugal incluso la prueba fue escoltada por GNR lusa.

Me transmitió una sensación de seguridad increíble; esa sensación te suele acompañar cuando vas en grupo, pero no siempre cuando circulas en solitario. Los lugares por los que discurrió la prueba no son de elevada densidad de tráfico, por lo que apenas me encontré coches en sentido opuesto en las carreteras de doble sentido, algo que seguro agradecen los participantes que por sus condiciones físicas saben que no van a circular al abrigo de un pelotón.

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¿Qué decir de la Ridley con la que participé? Una Fenix SL con Ultegra, una bici gran fondo y a la vez ‘todocamino’, ideal para la Ourense Strade Termal y para las clásicas del Norte, el territorio natural del equipo WorldTour Lotto-Soudal.

Una máquina supercómoda, incluso por los tramos de tierra, perfectamente ajustada y sin ningún problema mecánico que no fuera el pinchazo. Superó las expectativas en un día exigente. Me encantó su geometría, así que no me importaría repetir la experiencia.

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Al final de la prueba tocó reponer fuerzas en el buffet que disponíamos en el comedor del Balneario. Había de todo, así que un punto positivo más para la organización, que se sumaría al que habría que otorgarles por la señalización, por tener todos los cruces cubiertos, por el mimo con el que han cuidado el recorrido, especialmente los tramos de tierra. Muchos aspectos positivos y sólo uno negativo, los efectivos dedicados a la asistencia mecánica, algo comprensible en una primera edición por lo que la organización seguro que toma buena nota.

Resumiendo, para el año que viene estaré de vuelta en la Sierra del Xurés. Ya sólo por el entorno merece la pena, pero mucho mejor si se disfruta en bici en una prueba que ha superado con creces las expectativas.

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