En la Lieja con Ridley: Un disfrute monumental

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A por todas en La Redoute. Foto: ©Adrián García Roca

Un giro a la izquierda para entrar en La Redoute y de repente, un fugaz recuerdo de mi propio paso por el Bosque de Arenberg hace dos años. Aquellos maltrechos adoquines estaban completamente embarrados y el riesgo de caída era grande, por lo que cometí la torpeza de echarme a un lado, rodar unos metros por la zona cómoda fuera del pavés y a los pocos segundos decirme a mí mismo:

“Estás en el p… Bosque de Arenberg, ¿qué estás haciendo?” Con un salto y algo de miedo volví al centro del legendario tramo y acabé como pude ese más de kilómetro y medio. No he podido perdonármelo, ni tan siquiera cuando en aquella París-Roubaix Challenge pasé con dolor y orgullo herido el Carrefour de L’Arbre o me emocioné al entrar en el Velódromo.

No podía fallarme a mí mismo en mi segundo Monumento como cicloturista. Por eso en las cotas de Rossier –la más larga y dura de la Decana- y Maquisard, no me guardé absolutamente nada. Por eso cuando entré en La Redoute y vi lo que tantas veces he visto en televisión, tenía que acelerar y adelantar a todo el que pudiera para buscar el mejor hueco y coronar lo antes posible. Ésa y subir a fuego Saint-Nicolas para hacer el último esfuerzo en Ans, iba a ser mi forma de saldar mi propia deuda conmigo mismo por aquella torpeza en Arenberg.

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En La Rossiere. Foto: ©Adrián García Roca

Entrar en La Redoute es entrar a una leyenda que dura poco más de dos kilómetros pero que se acaba convirtiendo en eterna, como su desnivel y su dureza final. Caravanas haciendo guardia a que unas 24 horas después desfilen los profesionales. Olor a cerveza y frituras en el ambiente e interpretar a 170 pulsaciones –y subiendo-, que cada pintada en ese asfalto es una pequeña Capilla Sixtina a brocha gorda del ciclismo. Esa cota es capaz de sacar belleza de la nada, porque hasta los desgastados postes de madera y sus alambradas que delimitan el pasto de esa mítica carretera es algo sencillamente fascinante.

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No quieres que se acaben tan pronto los 154 kilómetros de la versión de recorrido intermedio de una Lieja-Bastoña-Lieja Challenge. Sus 2.705 metros de desnivel acumulado en un sube-baja sin descanso y ningún metro llano también te saben a poco una vez que coronas Ans y la organización te desvía a la derecha, y no a la izquierda en la línea de meta oficial donde Alejandro Valverde no pudo igualar –de momento- a Eddy Merckx y Bob Jungels se alzó victorioso. La peregrinación interminable de cicloturistas que desde las siete y media de la mañana han tomado esa salida escalonada sin prisas ni ansia alguna, van llegando a recibir su medalla y a poder presumir de haber conquistado una pequeña y a la vez monumental victoria personal.

A nosotros nos esperaba la furgoneta de Ridley, para que nuestras Fenix SLX-Potenza Disc reposen tras este paseo por las Ardenas y sus cotas más famosas. La bicicleta ya la conocíamos bien en Zikloland, por lo que estábamos más que convencidos de que su comportamiento iba a ser sobresaliente. Una montura en la que destacan sus vainas asimétricas y sus tubos sobredimensionados en forma diamante. Dándonos en definitiva la agilidad necesaria en cada subida pese a no ser extremadamente ligera y un notable comportamiento en cada kilómetro por su rigidez y comodidad en la postura.

Un conjunto preciso gracias también al nuevo grupo Campagnolo Potenza y en sus ruedas Zonda de la firma italiana (montadas para esta ocasión con las cubiertas Vittoria Corsa de 700×25) en su rígida y robusta versión de disco con la sensación añadida de que montar esta marca en su terreno natural, Bélgica, iba a darnos un plus en este cuarto Monumento del año y que bien pudo haberle dado un podio al día siguiente a Jelle Vanendert, cuando salió decidido a cazar a Jungels.

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La única preocupación durante esta Lieja-Bastoña-Lieja Challenge tan sólo fue qué cerveza (casi mejor decirlo en plural) elegir a nuestra llegada dos días antes de la marcha. El dilema estaba entre una Duvel Triple, tal vez Karmeliet o volver a probar De Choufe o De Koninck. Aunque la que ganó por goleada en mi paladar fue la Grimbergen Blonde. Del resto se preocupó Ridley, porque la bici ya la teníamos con sus desarrollos -50-34 por 11-29 atrás- y los inusuales 27 grados de máxima con un sol radiante que ayudó a que nos preocupáramos por qué accesorios o prendas de más añadir a nuestro vestuario.

Ridley dispuso nuestras bicis, la ya citada y conocida por Zikloland Fenix SLX Disc y marcas asociadas como Bioracer, GripGrab, Rudy Project, Vittoria, Born, cascos HJC y las cámaras Cycliq nos suministraron todo lo demás que nos hacía falta para disfrutar sin prisas y sin ninguna presión de la clásica más antigua del ciclismo.

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Foto: ©Adrián García Roca

Nos vestimos de Bioracer con el culote ‘Race proven 2.0’ y el maillot Bodyfit Tempest, añadiendo también en los primeros tramos el chaleco Windblock. Los guantes elegidos fueron los GripGrab ‘Roadster’ con dos sus cómodas y efectivas inclusiones ‘Doctor Gel’ de silicona interior de dos milímetros, para ofrecernos un mayor agarre y una sensación ligera y minimalista en nuestras manos. Los calcetines, también de la firma danesa, fueron los Lightweight SL y a decir verdad fue una elección acertada por su gran transpirabilidad y su acabado clásico. También nos acompañó en nuestro vestuario los manguitos ‘Arm Warmers Light’, aunque nos sobraron en algún momento del recorrido, cuando el calor y los esfuerzos apretaban. Pero se pudo dar buena muestra de esa transpirabilidad y cómo se acoplan perfectamente a la piel.

El casco, idéntico al que protege al equipo Lotto-Soudal, fue el Furion de HJC, la conocida firma de motociclismo que desde hace muy poco tiempo y con una imagen renovada también fabrica cascos para el mundo del ciclismo. De hecho, este modelo cien por cien aero, cerrado y más ergonómico está adaptado del mundo de la motocicleta y cuenta con la aprobación de André Greipel, el primer ciclista en probarlo y sorprenderse por sus prestaciones. Además, durante las cinco horas que duró nuestra L-B-L challenge, notamos un ajuste preciso y, pese a que el tamaño de sus conductos de ventilación son aparentemente escasos en su zona frontal, no acusamos el calor en ningún momento.

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En La Redoute. Foto: ©Adrián García Roca

La alimentación durante los 145 kilómetros reales que recorrimos estuvo garantizada gracias a la firma holandesa Born la misma que suministra al equipo Sunweb desde el año 2013. Tres productos: La bebida isotónica ‘Iso Pro Red Fruit’ en nuestros bidones conmemorativos del dorsal 181 con el que Tom Dumoulin conquistó el Giro de Italia el año pasado, así como las barritas Xtra Bar en sabor de arándanos y coco acompañados de dos ‘Super Liquid Gel’ de los que echamos mano poco antes de las cotas finales, para acabar con energía y no dejar que el cansancio de la ruta nos venciera.

Si el casco HJC Furion, el color rojo y negro de nuestro conjunto Bioracer Proven más la Ridley SLX-Disc, ya nos daban la apariencia –salvando las enormes distancias- de un corredor del Lotto-Soudal, a este look para conquistar este Monumento también contribuyeron las gafas Rudy Project Tralyx en su versión Slim, es decir, con la pantalla de sus cristales fotocromáticos e irrompibles más pequeños que los también disponibles modelos Standard y XL. Pero esta versión Slim no es sólo una reducción del tamaño de la lente, sino también de la montura para hacerla más adaptable a nuestro contorno.

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Foto: ©Adrián García Roca

En definitiva, Ridley y nuestros anfitriones lo dejaron todo dispuesto para que sólo tuviéramos que preocuparnos de pedalear en el mejor escenario y con todas las garantías de marcas líderes. Así fue más fácil subir La Redoute y dar lo mejor de nosotros mismos en todas las cotas de esta Lieja-Bastoña-Lieja en su versión cicloturista. Y por supuesto, la Karmeliet Triple e incluso una Jupiler rubia sientan muchísimo mejor.

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