El Tour de Francia comienza el sábado. Arranca el mayor espectáculo del mundo. Y lo hará con una etapa ideal para los velocistas. Lo cierto es que no faltan los candidatos a la victoria en una edición de la gran ronda francesa que comienza con muchos días de sprint… y de nervios para los candidatos a la general.
Siempre se afirma que el Tour de Francia es una carrera diferente a las demás. Y lo es por la tensión que genera entre los equipos y los ciclistas. Esta primera etapa es un buen ejemplo. Puede ser un día aburrido, en el que no pase nada fuera del kilómetro final. Pero eso es solo la apariencia. Todos los candidatos al maillot amarillo vivirán las casi cinco horas de la jornada inaugural pendientes del viento, de las curvas, de los estrechamientos y, por supuesto, de las caídas.
La gran novedad de la primera etapa es que salimos y llegamos desde territorio francés: Lille. Y es que el Tour cada vez más apuesta por salidas desde el extranjero, por lo que parece extraño que esta temporada sea salida y meta nacional. Hay repechos y algún puerto puntuable, pero no hay adoquín y tampoco subidas de consideración. Todo apunta a velocidad pura y dura.
La nómina de favoritos arranca con Jasper Philipsen, quien tiene a su favor una nómina brutal de lanzadores, con Mathieu van der Poel y Kaden Groves como ciclistas que incluso pueden liderar un sprint. El otro gran rival es Jonathan Milan, otro ciclista que tiene a su favor la velocidad pura pero el respaldo de los gregarios. ¿Alternativas? Tim Merlier, Dylan Groenewegen y Biniam Girmay parecen las tres más sólidas en el primer día del resto de la vida de todos los participantes en el Tour’25.