La moda imperante en el ciclismo es la explosión de jóvenes talentos cada vez más precoces y cada vez más triunfadores. El problema de esa nueva tendencia es que el desgaste físico y emocional comienza antes y, como suele ocurrir, generará un final de trayectoria mucho más prematuro de lo que hemos visto en otros corredores de anteriores generaciones. Tadej Pogacar comienza a mostrar síntomas.
Tadej Pogacar nació en septiembre de 1998. Por tanto, pronto cumplirá los 27 años, la edad con la que Miguel Indurain, por poner un ejemplo, comenzaba a imponer su ley en el Tour de Francia. Sin embargo, el esloveno ya fue podio en la Vuelta a España de 2019, es decir, cuando apenas contaba con 21 años. Pero es que con 22 años y siendo todavía ciclista sub-23 ya ganaba el primer Tour.
A partir de ahí podemos sumar un total de cuatro Tours, 21 etapas del Tour, un Giro de Italia, cuatro Lombardías, tres Liejas, tres Strade Bianche, dos Tour de Flandes, un Mundial… dentro de un palmarés que aún incluye algunas lagunas, como la Vuelta a España, los Juegos Olímpicos y la carrera que tal vez más le motive a estas alturas de su vida: la París-Roubaix.
El problema para Tadej Pogacar es que en el último Tour de Francia se le vio agotado física y mentalmente. Más tarde, anunció que renunciaba a la Vuelta. Y también ha dejado caer que no se ve corriendo muy mayor y que en ocasiones cuenta los días que le faltan para retirarse, detalles pequeños, pero síntomas claros de que esta generación que empieza ganando grandes vueltas con 21 o 22 años es muy difícil que tengan la mentalidad competitiva para estar encima de la bicicleta al máximo nivel hasta los 33 o 34. Es el envejecimiento prematuro. O es lo que marca el libro clásico, ese mismo que Tadej Pogacar ha roto tantas veces.