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Superprestige Gavere Ridley experience: El dilema de la verdadera religión belga

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Lamentablemente no hay foto de este momento. El grado de ensimismamiento fue tan alto que no dio tiempo a echar mano a la cámara. Lo lamento profundamente. La acción también desprendía una ternura difícilmente de superar, pero reflejó perfectamente qué es y cómo se vive el ciclocross en Bélgica, en concreto el Superprestigio de Gavere del pasado fin de semana, invitado Zikloland por Ridley.

Carrera de base previa a la categoría Junior. Una vez que los jueces habían cumplido el protocolo llamando uno por uno a los participantes por orden de ranking y comprobando la anchura del balón de los neumáticos, ese participante tiene a su propia madre al otro lado de la valla. Ella se acerca, le pide un beso, le susurra el último consejo y hasta le abre el gel previo a la batalla. Su equipamiento no está cerca de sus rivales de la primera fila ni su bici es último modelo. A simple vista ni tan si quiera iba a disputar la victoria o al menos estar entre los primeros puestos. Pero él está ahí aun a sabiendas de que tiene que seguir trabajando duro para progresar.

Mucho menos tenso que los otros chicos e incluso haciendo carantoñas a su perro, que acompaña a la madre. Gestos que delatan que lo más importante no es ganar, sino estar ahí, cuando un domingo por la mañana y tan temprano bien podría apurar un poco más en la cama o practicar algún otro deporte más, ¿popular? en Bélgica. Bueno, esto último es complicado, ya que el ciclocross allí es a la vez emblema nacional y religión.

El resto de puesta en escena ya se conoce de sobra: barro, olor a cerveza y patatas fritas recién sacadas del horno con bien de mayonesa y gritos cada vez que los favoritos pasan por las secciones más pobladas del circuito. Los decibelios, obviamente, aumentan de forma proporcional conforme aumentan las cervezas de quienes gritan. No se podría entender de otra forma, sin pretender que estas líneas sean algún tipo de oda al alcohol o los malos hábitos. ¡Por favor!

El chaval sale con la carrera y a partir de ese momento arranca esa misa dominical que tiene toda Bélgica cada domingo entre octubre y febrero. Horas después, en el circuito enclavado sobre la base militar de la aviación belga en Gavere se va a disputar la tercera carrera del campeonato Telenet Superprestige. La competición que se complemente y a la vez rivaliza con la Copa del Mundo que organiza la UCI pero que los grandes también quiere ganar para llevarse a su palmarés el prestigio que indica su nombre y un buen pellizco económico.

En ese domingo 27 de octubre no iban a concurrir ni Mathieu Van der Poel ni Wout Van Aert. El primero, y como nuestros lectores saben porque están muy bien informados, debutaría una semana después en Ruddervoorde tras esa mezcla de descanso y preparación tras su temporada de ruta. El segundo sigue recuperándose de la herida que le provocó su caída y abandono en el Tour de Francia y que va a comprometer seriamente su invierno y ambiciones. Los dos más grandes de las últimas temporadas, los que acaban de llenar los circuitos no están en definitiva. ¿Y qué?

Conviene informarse y conocer opiniones de esos feligreses fieles. Nos movemos por varias partes del circuito y vamos preguntando casualmente si el ciclocross realmente necesita esa rivalidad Van der Poel vs Van Aert o si tienen suficiente con ver la progresión del cada vez más dominante Eli Iserbyt o los Lars Van Der Haar, Ton Aerts y compañía.

En teoría, es otra de las preguntas clave, la ausencia de los dos colosos debe abrir en teoría una nueva era de transición con más combatividad. E incluso subir el nivel medio-alto con jóvenes no belgas que vienen pisando fuerte como Thomas Pidcock. Pero la mayoría de respuestas coinciden: “Por supuesto que necesitamos verles aquí. Con ellos hoy habrían venido aquí 10.000 personas más y en la tele lo hubiera visto mucha más gente”.

La mayoría de opiniones coincidían, aunque en cada circuito ves fieles de equipos o corredores en particular, con sus propias tiendas de merchandasing oficial como el Pauwels Sauces Bingoal o el Telenet Fidea Lions, los equipos que junto con el Corendon-Circus más camiones, caravanas, montaje y por tanto fans alrededor congregan.

La carrera femenina, en la que como en la masculina toman la salida de forma simultánea las categorías Elite y Sub’23, dejan grandes destellos. La vigente campeona del mundo Sanne Cant sufre una caída calentando y además no llega en su mejor momento. Ver sufrir a alguien que porta el arcoíris es mucho más impactante, como lo es escuchar por megafonía con acento flamenco la musicalidad del nombre de Ceylin del Carmen Alvarado, la nueva estrella holandesa nacida en la República Dominicana. Yara Kastelijn y Alice Maria Arzuffi firman el doblete perfecto y en la prueba elite masculina Iserbyt rompe la carrera a su antojo y gana en solitario, con doblete en el podio para el equipo de nuestro anfitrión en este viaje con Laurens Sweeck.

Pero antes del último podio y de que las carreras echaran el telón en Gavere, una figura de 2,13 llama la atención por encima de la mayoría de ‘metronoventas’ habituales. Es el exjugador de baloncesto Thomas Van den Spiegel, quien jugó en el Real Madrid y CSKA de Moscú entre otros grandes equipos de Europa. Cuando colgó las botas emprendió el camino de la gestión, llegando a ser presidente de la ULEB que es algo así como la unión europea de las grandes ligas. Compagina ese cargo con el de CEO de Flanders Classics, la empresa que organiza las grandes clásicas belgas y también tiene en su cartera el campeonato Telenet Superprestige.

Esperamos pacientemente a que terminara de charlar con un grupo de personas y le saludamos amistosamente. Tras la presentación, además de aficionado al baloncesto y rememorar algún partido en Vistalegre, también comento que soy periodista que ha venido a vivir un fin de semana de ciclocross. “Soy el responsable de todo esto”, a lo que asiento porque conozco su trayectoria y la conversación prosigue por el intenso debate que acaba de tener en directo en televisión con Sven Nys. La leyenda es partidario de preservar la tradición flamenca y el ejecutivo de expandir este modelo de competición a otros países, pero sin perder su esencia.

Van den Spiegel ha vivido como jugador todas las guerras civiles y conflictos de interés que ha tenido y sigue teniendo el baloncesto. El ciclocross no está en ese punto caliente ni al borde de nada negativo, pero en su visión está la de que no sea un producto típicamente local, pese a que en los últimos años han tocado techo con esos duelos Van der Poel-Van Aert. Sus palabras me hacen reflexionar y posteriormente acudo a internet para ampliar esa visión del CEO de Flanders Classics y sus ideas de expansión.

Es cierto, desde hace años la convivencia entre la Copa del Mundo de la UCI y los organizadores del Superprestigio no es del todo sencilla ni armoniosa. Pero saben convivir y complementarse. La competición ‘oficial’ arranca con pruebas en Estados Unidos al calor de grandes fabricantes de bicis y nuevos patrocinadores, mientras que las pruebas del Telenet Superprestige sólo se circunscriben a Bélgica y su vecina Holanda.

Se trata de expandir sus bondades, más si cabe viendo cómo Italia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia en menor medida y ojalá España con Felipe Orts y nuevos talentos se asienten en la élite limando las evidentes diferencias con los corredores flamencos. Hacer un diagnóstico en estas líneas sería bastante osado y necesitaríamos estar mucho más documentados para ser lo suficientemente rigurosos, pero esta breve charla con Van den Spiegel más las opiniones contrapuestas de un buen número de aficionados nos llevan a esta reflexión que el propio ciclocross parece estar haciéndose desde dentro.

Las carreras y los circuitos van a seguir teniendo el mismo aroma, el mismo colorido y la misma pasión. Pero esta religión invernal del ciclismo que se practica de forma mayoritaria en este corazón del centro de Europa se entiende mejor con la foto que hemos relatado en los primeros párrafos u otra a la que también asistimos cuando en la previa de la carrera reconocimos a pie cada palmo del circuito de Gavere. Varios niños acompañados de sus respectivos padres practicando en el circuito.

Tampoco inmortalizamos esa imagen por falta de un buen objetivo para nuestra cámara. Pero se quedó grabada en nuestra retina y escrita tal vez se entienda mejor: esa mezcla de ilusión y concentración en la cara de esos chavales flotando por encima del barro que algún día será suyo en una carrera de verdad, ese sueño, esa ilusión, valen más que cualquier idea de expansión que haga peligrar esta esencia pura.

Y ojo, ambas visiones no deben ser excluyentes, sino todo lo contrario. Cada vez que vivimos este deporte desde dentro se entiende un poco más y bastante mejor. Los colosos Van der Poel y Van Aert han ampliado el mapa y la exposición mediática.

Conviene crecer y es una gran idea hacerlo aprovechando su estela. Es una competición, pero alrededor suyo hay un envoltorio precioso que es una forma de vida. Que no cambie nunca, y que más niños y madres como los del principio lo sigan viviendo. En el fondo, por esto es una experiencia casi religiosa.

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