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¿Sientes dolor o la expectativa de dolor?

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Foto: ASO / Pauline Ballet

Las lesiones físicas son parte de la vida de un deportista, sabemos que existen, pero a veces no llegamos a comprender el impacto psicológico que generan en uno mismo. La forma en que aceptes, digieras y afrontes el daño, también repercutirá en la recuperación de la misma, e incluso en la probabilidad de volver a lesionarte.

La lesión es simplemente un estresor, una amenaza que causa una reacción física y psicológica. La naturaleza de la lesión en sí misma es en gran medida intrascendente; lo que nos mete en problemas es cómo pensamos y sentimos. Por eso rara vez funciona el consejo “no te preocupes, es solo un…”, porque tu valoración cognitiva de la lesión no necesariamente es igual que la de la persona.

Si has sufrido alguna lesión, es probable que puedas relacionarla con cambios de ánimo, irritabilidad… En esos momentos, conocer los hechos médicos sobre tu lesión y por qué ocurrió es una pequeña parte, aunque importante, para tratarla. Pero esta información será insuficiente si empiezas a experimentar desesperación, ansiedad, frustración, rabia o las otras tropecientas emociones que pueden hacer que tu cerebro entre en pánico.

Foto: Team Ineos

Es difícil encontrar información científica sobre cómo tratar mentalmente las lesiones. Es por eso que ninguna investigación puede prepararte para el caos psicológico que es la experiencia real. Aun así, no queda otra que manejar tu trozo de locura de unos 1.400 gramos.

¿Cómo respondes ante una lesión?

Para los deportistas lesionados, una de las principales causas de preocupación emocional es la pérdida de la identidad atlética que se construye sobre un sistema de creencias (tu autoesquema) que se alimenta con tu sentido absoluto del yo (tu autoconcepto). Cuando tu autoconcepto recibe un duro golpe (lo que ocurre en una lesión), desencadena una respuesta emocional que te hace sentir un vacío interno bastante desagradable.

Tratar el dolor conlleva un gran peaje emocional en el deportista, y para manejarlo tu cerebro desarrolla toda suerte de trucos: racionalización, redefinición, distracción. Cuando por fin el dolor obliga una alteración en tu programa de entrenamiento, alcanzas un punto de inflexión emocional. Este es simplemente el momento en que eres consciente de que algo está sucediendo de verdad. Es el momento de “oh nooooo, creo que estoy lesionado”.

Urán, en la salida; terminaría aún peor. Foto: La Vuelta

Ante ello, algunos deportistas no se molestan en estudiar las malas decisiones que les llevaron a sufrir la lesión. Otros, en cambio, se vuelven preocupantemente obsesivos con el hecho de entender y tratar su lesión. Si su volumen de entrenamiento anterior a la lesión era de 20 horas semanales, entonces dedican 20 horas a actividades de rehabilitación. Devoran artículos de investigación sobre modalidades de tratamiento, piden cita rápida con especialistas y terapeutas, y programan sesiones de entrenamiento. Se convierten en expertos, pero esa adicción sustitutiva, nutrida desde la respuesta de afrontamiento, es agotadora.

Seas de un tipo o de otro, cada uno tiene una forma única de convivir el daño, pero se puede decir al mismo tiempo que, experimentar emociones negativas durante una lesión es una respuesta normal y adaptativa.

Valverde ya camina. Foto: Twitter

Por otro lado, las investigaciones han detallado que en un proceso de lesión existen fases que se aprecian en un duelo. Quizás te suene lo que a continuación se detalla:

Negación: cuando intentas fingir que la lesión no es tan seria y/o cuando crees que puedes seguir compitiendo.

Rabia: explosión de sentimientos, culpa, ¿por qué yo?

Negociación: tienes esperanza de que puedes encontrar un atajo para volver a estar bien por completo. Ejemplo: “si hago un 20% más de lo que me recomienda el fisioterapeuta, estaré de vuelta con mayor rapidez”.

Depresión: bajón emocional. Te sientes negativo, la mayoría de las cosas se sienten como si fueran un esfuerzo, y parece que ya no disfrutas de nada. La diferencia con la depresión clínica es que estos sentimientos deben marcharse cuando la lesión esté curada.

Aceptación: te encuentras en paz con tu lesión, y has alcanzado un acuerdo con lo que está mal y lo que debes hacer con ello. Eres realista con tu rehabilitación y te comprometes a hacer lo que te han recomendado.

Foto: Bettini Photo

En conclusión, la reacción de un deportista a la lesión depende de lo que esta signifique para él o ella. Asimismo, es importante que te entrenes para manejar el proceso de valoración, porque esto no solo determina lo bien que resistas la lesión en sí misma, sino también la probabilidad de volver a lesionarte.

¿Qué pasa en la fase de recuperación?

Es muy común que él o la deportista lesionada sienta ansiedad y miedo por la preocupación que tiene a que la lesión empeore, o que vuelva una antigua. Es comprensible que sienta esto. Cuando han pasado semanas, meses o incluso años viviendo con los síntomas de una lesión, somos muy sensibles a ella. No obstante, durante la fase de recuperación, cuando se vuelve a entrenar, surge un enanito dentro de la cabeza que te aviva la ansiedad ante la posible vuelta del dolor y la posible consiguiente nueva lesión.

Como psicóloga, en atletas que vuelven después de una lesión, suelo buscar alguna manifestación de esta ansiedad, que se llama ‘hipervigilancia ante los síntomas’ (Marshall y Paterson, 2017). Es la concentración obsesiva en microsensaciones en y alrededor de la zona lesionada, que a menudo se exageran y/o sobre analizan. Se centra la atención en la parte corporal afectada y se amplifica el más ligero síntoma de dolor presente o de que pueda volver pronto.

Captura: La Flamme Rouge

Aunque la vigilancia ante los síntomas es normal, la hipervigilancia es una mala adaptación. Suele ofrecer expectativas poco realistas sobre la recuperación, excesiva presión exterior, amenazas a la identidad atlética y una mentalidad de ansiedad y miedo. Es por eso que a veces es cuestionable la idea de si sientes dolor o si es la expectativa del dolor que genera tu mente. Además de agotarnos y hacernos sentir mal, la hipervigilancia ante los síntomas también puede reforzar malos patrones biomecánicos y neurológicos que generan nuevas lesiones.

En definitiva, el riesgo de volver a lesionarte, está en parte determinado por tu historial acumulado de manejo de lesiones anteriores. A día de hoy, no sabemos con exactitud por qué la parte psicológica es tan importante aquí, pero creemos que se debe al temor a volver a lesionarse. Está demostrado que reduce confianza, modifica la biomecánica del movimiento y afecta de manera negativa a la toma de decisiones. Es por eso que me gustaría acabar con la siguiente frase, tan verbalizada por mi parte: “no es lo que te pase, sino la interpretación que tú hagas de lo que te pase”.

Referencias bibliográficas:
Marshall, S., Paterson, L. (2017). The brave athlete. Calm the f*ck down and rise the occasion. Estados Unidos: Velopress.

Psicología y Coaching deportivo

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