Se intuía que Alejandro Valverde no tenía piernas para ganar su quinta Decana, por lo que durante unos kilómetros decidimos apoyar sin fisuras a Jelle Vanendert en su tímido intento de dar caza a Bob Jungels y firmar para el Lotto-Soudal y Ridley Bikes la que hubiera sido la gran victoria de la Primavera. Las fuerzas del tercer clasificado de la Flecha Valona se apagaron ante la llegada del grupo, y muchos kilómetros antes la gran esperanza de nuestros anfitriones, Tim Wellens, no calibró del todo bien su impetuosa arrancada.
La responsabilidad del equipo belga dirigido por el tranquilo y afable Marc Sergeant era grande en el cuarto Monumento del año. “Tenemos tres corredores súper top para poder ganar la Lieja (Benoot y los ya citados Tim Wellens y Vanendert) y tenemos un equipo combativo y experimentado con otras bazas como Maxime Monfort, que se conoce palmo a palmo este recorrido”, explicaba nuestro anfitrión Filip Heylesonne a todos los periodistas que acudimos a esta generosa invitación de Ridley.
Nos hubiera gustado hacer una pequeña entrevista de algún protagonista del Lotto-Soudal, incluso con un Tomasz Marczynski que estaba en labores de gregario pero que sabe que volverá a tener su oportunidad como bien aprovechó en la pasada Vuelta a España. Pero cumplir un programa de viaje tan preciso y cerrada, y las caras de máxima concentración de los ciclistas en la vigilia de una carrera, no hace presagiar interesantes respuestas.
Wellens sonreía en el hotel de Maastricht, ya que tras ganar la Flecha Brabanzona dijo que le quedaban tres oportunidades más, pero se congratulaba de haber aprovechado la primera y quitarse presión de lo mucho que se espera de él con apenas 26 años. Tom Dumoulin y un muy serio Michael Matthews repartían sonrisas y caminaban despreocupados con cierto aire de estrellas en ese mismo catering de la cena previa a la Decana. El caso es que ambos lo son y así lo demostraron pocas horas después en carrera, peleando por estar ahí y brillar en un terreno que no acaba de ser el mejor para sus características.
Camiones y autobuses apostados en la puerta del mismo hotel que quien firma esta crónica de viaje ya conocía del Mundial 2012 de Valkenburg por hospedar a la selección española, esperaban a primera hora de esa mañana del domingo 22 de abril para poner rumbo a la plaza central de Lieja.
Las Ridley Fenix y Helix de los ciclistas del Lotto-Soudal aguardaban resplandecientes en lo alto de los coches y en el interior del bus, donde realmente se guardan las máquinas ‘oficiales’ de carrera. Tubulares Vittoria perfectamente ensamblados, una presión de entre 6,5 y 7 kilos y las Campagnolo Bora relucientes, así como todos los Campagnolo Super Record EPS, bien cargados y precisos para subir y bajar piñones en cada cota y frenar lo menos posible en las endiabladas bajadas.
Y es que en una Lieja-Bastoña-Lieja no hay ni un solo kilómetro llano. No hay tregua ni descanso y son 260 kilómetros de supervivencia, fuerza clase y especialmente colocación en las cotas decisivas y en las bajadas donde el asfalto se levanta y hace tambalear los cuadros y las ruedas. Nosotros lo comprobamos y lo salvamos en la víspera en nuestra Challenge cicloturista, con una Ridley Fenix SLX-Potenza Disc que se comportó a la altura en cada centímetro cuadrado del recorrido y en cada curva o subida.
La responsabilidad de un mecánico de equipo o de un auxiliar es enorme siempre, pero un poco más en un Monumento que se corre en casa y donde se tienen bazas reales para cantar victoria. Nada falló en el Lotto-Soudal ni en las Ridley que eligió cada uno de sus ciclistas. Aunque ellos rehusaron el freno de disco, como todavía es habitual en el campo profesional.
Intentando buscar porqués a todos los niveles allí mismo, las respuestas siempre son vagas e intuyen una respuesta con aroma a solución inminente: “Cuando todos las lleven, nosotros también”. O sea, que cuando no haya más remedio aunque el mercado haya tomado su propia dirección en forma de disco y nosotros desde Zikloland nos hayamos posicionado más a favor que en contra de su uso a todos los niveles.
Pero a lo que importa, que es la Lieja. La plaza central de la capital valona hablaba evidentemente francés en la Decana que organiza ASO (la empresa del Tour de Francia). La característica barba de varios días y la habitual cara de killer de Alejandro Valverde cuando esprinta inspiraron el logo oficial de la cartelería y los libros de ruta de esta 104ª edición. Pero los ánimos reales al murciano en su intento de igualar a Eddy Merckx en esta carrera no lo dictaminaba una pancarta o su efigie impresa en miles de papeles. No. Fueron sus vecinos Pepi y Pepa quienes insuflaron su sincero apoyo con una pancarta recordando sus cuatro grandes éxitos aquí.
“Vivimos a menos de cinco kilómetros de su casa. Es el más grande y nos gusta viajar para seguirle de cerca. Hoy va a ganar seguro”, decía un emocionado Pepe mientras hacía guardia frente al autobús del Movistar Team. El equipo tuvo el detalle de dejarles pasar a la zona acotada por motivos de seguridad y Alejandro les recibió en persona para darles las gracias e inmortalizar con ellos ese momento.
Pero más allá de este entusiasmo y el de decenas de fans ante el escenario del control de firmas, la salida de la Decana tampoco es que suscite un interés tan tremendo como su vecina Flandes. La devoción se guarda para las cotas y para ese final a las afueras de Lieja y junto al párking de un conocido hipermercado.
Las clásicas se viven a pie de cuneta, y siguiendo las instrucciones y manteniendo la puntualidad rigurosa que requerían nuestros anfitriones, nos pusimos en marcha a ver la Decana durante varios tramos, para disfrutar desde cerca este momento. Realmente, el pelotón atraviesa dos veces la entrada de La Redoute, pero esta cota guarda toda su mística y explosividad hacia el final de la carrera, aunque realmente nunca acabe de decidir nada.
Nada más bajarnos en nuestra primera parada al lado de La Redoute y cuando la carrera se dirige a Bastoña, nos indicaron que una señora que atraía atenciones de muchos aficionados era la mamá de Philipe Gilbert. Fue entonces cuando comprendimos el por qué de las pinturas cuando se inicia esta subida, es decir, por qué el nombre de Phil se repite hasta la saciedad en esta especie de Capilla Sixtina de brocha gorda sobre un estrecho asfalto.
Gilbert cerró el pelotón para saludar a los suyos y nuestro camino se dirigió hacia la Cota de Mont Le Soie, el tercer paso del día. Al subir esa pequeño puerto de cuatro kilómetros entre abetos y pastos en el corazón de las Ardenas, mi colega italiano Alberto Fosatti coincidía conmigo en que esta subida haría mucho más daño hacia el final de la carrera y, por supuesto, que ojalá la hubiéramos subido nosotros mismos la jornada anterior en nuestra challenge cicloturista.
En lo alto nos esperaba una carpa de Ridley para comer, reposar y ver un buen rato más tarde el paso del pelotón. Todavía compacto en esta primera parte de fondo y desgaste de la clásica. Brindamos, repusimos fuerzas y nos fuimos a vivir el ambiente final, esperando llegar de nuevo a La Redoute.
Allí nos mezclamos con los centenares de fieles que hacen guardia junto a sus caravanas o un poco más arriba junto a los postes de delimitan los lindes de los prados. Al ver un rebaño de vacas pensé claramente que si las de Lezama se han hartado de ver fútbol con el paso del tiempo, las de la Redoute no deben envidiarles nada de nada porque han sido testigos del mejor ciclismo de siempre. O sea, que salen ganando.
El fervor se apoderó de los bien cerveceados aficionados que esperaron allí durante horas cuando ese grupo de ciclistas atraviesa este santuario del ciclismo. En ese momento y en ese instante, giras la vista y durante quince segundos tienes ante tus ojos una de las estampas más increíbles que sólo este deporte puede ofrecerte. Se ve, se escucha y hasta se huele, en esa mezcla de cerveza, el humo de las frituras y hasta el propio sudor y cremas de los ciclistas.
Pero en sonido que realmente nos estremeció fue el del propio Bob Jungels en la meta de Ans. El luxemburgués se inspiró en su compatriota Andy Schleck, como él mismo reconoció tras la que de momento es la victoria más grande de su carrera. Si la máxima expresión ciclista del menor de los hermanos se vio en Roche Aux Fauçons, fue allí donde Bob decidió tirar hacia delante y sin mirar atrás, aunque estuviera su compañero Julian Alaphilippe pujando por esa misma victoria.
Incluso la imagen de Michael ‘Rusty’ Woods con el ramo de flores como segundo clasificado fue curiosa. Porque vivir la Lieja-Bastoña-Lieja 2018 desde dentro también dio la oportunidad de ver la cara de sorpresa del canadiense, asimilando que recibir esas flores puede ser el presagio de un salto adelante en su carrera profesional.
La Decana se apaga cuando los coches de equipo y los buses abandonan el párking de ese centro comercial a las afueras de Ans, pero para nosotros nunca un lugar tan poco atractivo a priori nos hubiera hecho presagiar que allí iba a concluir una de las jornadas de ciclismo más intensas de nuestra vida. Y… ay si Wellens y Vanendert hubieran ganado montando su Ridley. Las cervezas de la noche aún nos hubieran sabido mejor.