Con el comienzo de la Emakumeen Bira, la carrera de casa de mayor importancia del calendario femenino internacional, una se pregunta por qué no ha escrito antes un artículo para ellas también. Y es que ser ciclista, nutricionista y mujer, no te hace ser más experta en esta materia y precisamente el que no sea “fácil” ha hecho que este post llegue más tarde de lo me hubiera gustado.
Lo cierto es que, aunque esté bastante razonado que una mujer atleta no tiene una misma respuesta que un hombre al entrenamiento, se trata del capítulo menos explorado de las ciencias del deporte. El estudio de este grupo es más complejo aún por las variables propias de la condición de la mujer, y ello hace que dispongamos de pocas referencias para poder interpretar lo que pudiera ocurrir durante ejercicio.
Mantienen una regulación hormonal y fisiológica diferente, las carreras tienen un juego diferente, se sabe poco o nada de lo que ocurre con la menstruación en competición. Que afecta negativamente por supuesto, pero el por qué sigue sin estar definido, y qué hacer para no sufrirlo no parece tener el mismo efecto en todas…
El Bizkaia-Durango, en la Copa de España de Aiztondo. Foto: RFEC
¿ Y si una decide parar su carrera deportiva para ser madre y después reanudarla? ¿Cómo y cuánto puede afectar ello al rendimiento? ¿No es apasionante?
Uno de los temas que más preocupa tanto al entrenador como a la ciclista es el peso y su porcentaje graso, y más cuando a la ciclista se la compara con el grupo “masculino ciclista”. Si bien el porcentaje graso adecuado está bien referenciado en el colectivo masculino, con las mujeres no nos encontramos en ese punto.
A menudo reducir el porcentaje graso hasta 8% ya puede ser todo un éxito, siempre y cuando ello no esté afectando en la regulación hormonal o en la disponibilidad energética dietética de la ciclista. Pero el éxito no está tanto en llegar a un porcentaje ideal, sino ayudarle en reducir el compartimento graso sin que ello afecte a lo demás.
El CAF Turnkey Engineering.
Y cuando hablo a lo demás, me refiero generar una amenorrea, una preocupación extra por el peso, estrés, inseguridad, fatiga o sobreentrenamiento… Reducir el porcentaje graso tiene que ser un objetivo a trabajar siempre y cuando ello mejore el rendimiento deportivo y no afecte en su salud física ni mental.
Y es que, este colectivo es vulnerable a desarrollar y padecer problemas de la conducta alimentaria por conseguir un objetivo de peso. Por lo que además de trabajar este objetivo con respeto y sensatez, se debe buscar apoyo de un psicólogo si esto pudiera afectar.
¿ En la alimentación del día día cómo afecta? pues lo que parece más claro es que el ciclo ovárico de la mujer hace que en reposo mantengan un uso más alto de grasas como fuente de energía y mayor de glucosa cuando se hace una carga de hidratos de carbono antes del entrenamiento, por lo que en mi opinión, se debería mantener un bajo consumo de hidratos de carbono fuera de los entrenamientos. Y hacer una carga justo antes y durante y después.
Y por supuesto la comida post-entreno, que sea rica en hidratos de carbono integrales o legumbres.
El podio junior en la Copa de España de Alcobendas. Foto: RFEC
En competición no parece que existan grandes diferencias. Ambos despiertan el mismo uso de vías metabólicas. Tal vez el factor que más afecte en este momento sea la propia menstruación, que el médico podría considerar manipularla, para evitarla durante un evento deportivo.
Y por supuesto no podemos olvidar la importancia de mantener un buen nivel del balance del hierro, de la vitamina D y calcio. Para evitar la anemia o problemas de osteopenia, habituales en este colectivo.
Es cierto que en este apartado aún quedan muchas interrogantes que responder: hidratación y reposición de fluidos, periodización de hidratos de carbono, recuperación muscular…
Y mientras no tengamos nuestra propia ciencia escrita, seguiremos reclamándola. Para no continuar aplicando la ciencia actual, sin ser específica para ellas.