Mi visión del ciclismo brasileño: El tamaño sí importa

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Subida del Rio do Rastro.

Los brasileños acostumbran a decir, medio en broma medio en serio, que el año laboral sólo empieza en Brasil después del Carnaval, esto es debido a que acostumbran a empalmar las fiestas de Navidad y Año nuevo con las vacaciones de verano (su enero es equivalente a nuestro agosto), para luego prácticamente a continuación tener un nuevo receso laboral el lunes y martes de Carnaval.

Semanas atrás esta nueva generación de cantantes de Operación Triunfo nos recordaba que “em Fevereiro é Carnaval” por lo que quizás, ahora que recién hemos despedido al mes más corto del año, sea el momento ideal para hablarles del ciclismo de “um país tropical, abençoado por deus, e bonito por natureza”.

Quizás la primera pregunta que nos viene a la mente es porqué un país tan exitoso en el llamado “deporte rey” y reconocido por su “jogo bonito” tiene una representación tan pequeña en el mundo del pedal. Como suele ser habitual en estos casos los motivos pueden ser varios, aunque sin duda no será la falta de “materia prima” en cantidad. Si consideramos que la población de un único estado (Sao Paulo) es equivalente a la de toda España, y la República Federal del Brasil tiene 26 estados más el Distrito Federal (Brasilia), chavales con potencial para ser ciclistas, no faltan.

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El Congreso de los diputados al fondo en la capital, Brasilia.

Además, hablamos de un país donde practicar deporte está impregnado en el ADN de sus habitantes, y donde desplazarse en bici es bastante habitual (la imagen típica de cualquier ciudad de playa es ver algún chaval andando en bici con una sola mano, mientras con la otra sostiene su tabla de surf). Y por si esto fuera poco hablamos del cuarto mayor productor de bicicletas a nivel mundial.

Partiendo de esas premisas parece que Brasil es el lugar adecuado para “fabricar” ciclistas, pero es aquí donde entra la otra cara de la moneda:

La falta de referencias.

Si en España resulta difícil que un chico piense en el ciclismo como su deporte favorito, imaginen en un país donde se tiene los Pelé, Garrincha, Zico, Sócrates, Romario, Ronaldo o Neymar (por citar sólo algunos de los súperestrellas) y ningún Indurain, Contador, o Perico… Por otro lado, la premisa de la UCI de limitar los días de competición para nuevas pruebas por etapas, hizo que el presidente de la Confederación Brasileña de Ciclismo apostara por la descentralización del ciclismo, creando varias pequeñas vueltas estaduales, en un intento de llevar el ciclismo al mayor número de lugares posibles. Estas vueltas si bien despiertan un cierto interés a nivel estadual, nunca consiguieron acaparar el interés del público y de los medios de comunicación a nivel nacional, y consecuentemente tampoco de nuevos patrocinadores.

El factor económico.

Evidentemente el coste de una bola es muy inferior al de una bicicleta de competición, por lo que es normal que para los chicos de los barrios más pobres el ciclismo no sea siquiera una opción. A esto se le suman los costes de desplazarse a las competiciones en un país del tamaño de Brasil.

La infraestructura.

Como se pueden imaginar, las distancias en Brasil son muy grandes, y con una casuística totalmente contraria a la de España. Si aquí normalmente prevalece la existencia de muchos pueblos muy cercanos los unos de los otros, en Brasil la población se suele concentrar en grandes ciudades bastantes distantes una de las otras. Esto, unido a que hablamos de un país “joven” con poco más de 500 años de historia, genera que la red de carreteras secundarias sea todavía relativamente pequeña, y los ciclistas muchas veces se ven forzados a salir por carreteras de alta peligrosidad por el volumen de coches que por allí pasan y el estado de sus arcenes.

El ciclismo entró en Brasil por los estados de la región sur por la influencia de ciclistas provenientes del Uruguay. De ahí se expandió al resto del país, principalmente a los estados de la región Sudeste. Salvo contadas excepciones el ciclismo en las regiones Noreste, Norte y Centro Oeste es muy minoritario y de difícil proliferación, debido a las grandes distancias que les separa de las regiones donde se celebran las principales pruebas del país. Por lo que finalmente podemos decir que el ciclismo de competición se concentra principalmente en 6 estados, de los 26 que componen el país. Allí se encuentran las principales carreras como son el Tour de Sao Paulo, la 1º de Mayo, el circuito Boa Vista o las vueltas a Rio Grande do Sul, Santa Catarina o Paraná.

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Toneio de Verao, una challenge que suele inaugurar la temporada.

También está la falta de cultura ciclista. Esto hace que para las ciudades celebrar una prueba representa más un problema que un medio de presentar los encantos de una ciudad o región, por lo que la mayoría de las carreras se celebran en polígonos apartados lejos de los viandantes, perdiendo ese espectador que vería la carrera “por impulso”. Si a esto se le suma que el gran impulsor del ciclismo, que no es otra que la televisión, monopolizada en el caso de Brasil por el canal Globo, no apuesta por el ciclismo porque no acepta tener que citar a los patrocinadores de equipos o de la organización de la prueba, si estas marcas no pasan “por caja” para publicitarse en su canal.

Afortunadamente en los últimos años la ESPN está apostando fuertemente por el ciclismo, aunque, por un lado, al ser un canal de una plataforma de pago, no llega al gran público, y por otro sus comentaristas a veces se distraen más contando el churrasco que hicieron el fin de semana o cómo les fue en su salida dominguera que en contar lo que está sucediendo en carrera. Pero bueno, al menos se esfuerzan y lo importante es comenzar.

Por último, se perdió la oportunidad que representaban la celebración de los Juegos Olímpicos en Rio para atraer a ese “nuevo” público que atraídos por lo que representa este evento decide incursionarse en deportes menos conocidos. Así pues, mientras otros de esos deportes minoritarios como el remo, el balonmano o el atletismo atrajo el interés de muchos espectadores y telespectadores, el ciclismo brasileño pasó con más pena que gloria.

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Un primer plano de Fernando «Baiano», el campeón brasileño en el 2016.

Por suerte, en Brasil en cada uno de los estados se celebran las Olimpiadas Estaduales donde los municipios, excluidas las grandes ciudades, compiten entre ellos para alcanzar la gloria de ser mejor. Y este modelo es lo que permite subsistir al ciclismo, ya que algunos municipios intentando alcanzar el máximo de puntos invierten en deportes como el ciclismo, permitiendo a los equipos correr, en mayor o menor medida, el resto del calendario brasileño.

A pesar de todos esos inconvenientes la verdad es que un grupo deirreductibles “mordidos por el veneno” del ciclismo continúa decidido en luchar para hacer de su pasión su profesión, siendo capaces de invertir el dinero que tanto necesitan en buscar una oportunidad. Y esa ilusión, esas ganas de superar los obstáculos a los que se enfrentan, es donde veo yo los verdaderos “brotes verdes”.

Porque cuando uno de esos chavales alcance a ser el Ángel Arroyo o el Perico Delgado brasileño, ahí el ciclismo brasileño entrará en competición pisando fuerte. Porque, créanme, en estos casos, el tamaño sí importa.

Anderson Maldonado, sin opción al desaliento

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