La criminalización en la lucha contra el dopaje

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Wiggins, en lo más alto de París en el Tour 2012. Foto: ASO

Napoléon Bonaparte solía decir que cuando él quería resolver un problema, nombraba un responsable. En cambio, cuando deseaba que algo se demorase eternamente, creaba una comisión. Bonaparte no conocía las comisiones parlamentarias británicas. Ahí habría encontrado un grupo dispuesto no sólo a solucionar el problema sino a borrarlo de la faz de la tierra, aunque eso suponga quebrar la reputación del equipo Sky.

El informe de la Comisión Parlamentaria da para muchas y muy variadas reflexiones. Podríamos hablar de la filosofía de Sky, de Bradley Wiggins o de Dave Brailsford. Podríamos cuestionarlos a todos ellos de forma colectiva e individual. E Incluso podríamos hablar también de Chris Froome. Son muchos los que ya especulan sobre el futuro del equipo o del papel de Brailsford como manager general. Pero ese debate es el más obvio. Y nosotros queremos ir un paso más allá.

Hay un punto del que la prensa no va a hablar y que es el más curioso de todos. Los políticos británicos afirman con rotundidad que hay que introducir penas de cárcel para luchar contra el dopaje. En realidad, no aconsejan que el deportista que se dope vaya a la cárcel. Prefieren que el código penal quede limitado al suministrador de las sustancias prohibidas.

Lo curioso es que la idea parte de un punto de vista equivocado: creen los políticos -de todos los países y colores políticos- que pueden acabar con los delitos en el mundo. Y, además, están convencidos de que lo pueden hacer por la vía penal. Pero esa conclusión no deja de ser una estúpida quimera propia de personas que no tienen la humildad necesaria para sentarse ante el espejo y reconocer que hay dos elementos que están por encima del código penal: la maldad y la estupidez.

Desde que el hombre es hombre, ha habido reglas duras y personas dispuestas a saltárselas. Sólo hay que pensar en Caín y Abel. Como dirían los jóvenes de ahora, Caín la lió parda y recibió un castigo a perpetuidad para él y todos sus descendientes. Pero si queremos irnos a un plano más actual y tal vez menos mitológico, ahí tenemos las penas de muerte en Estados Unidos. Son muchos los estados en América donde hay pena de muerte. Y eso no reduce el número de asesinos y asesinatos. Entonces… si el ser humano no se frena ni ante la muerte, ¿qué solución hay?

Desde luego, hay que castigar, puesto que si no hay sanción… el efecto contagio es inevitable. Eso es indiscutible. Pero la lucha contra el dopaje no puede basarse únicamente en el castigo. Hay mil fórmulas previas para intentar cambiar el mundo. Y todas parten de la educación en valores. Pero claro… si tenemos en cuenta que el 20% de los trabajadores del parlamento británico han confesado haber visto o sufrido acoso sexual por parte de los diputados, pues no parece que los valores coticen al alza entre los miembros de esa casa. Eso sí, para los casos de acoso sexual, los políticos británicos no creen en el código penal. Dicen en sus informes que hay que intentar «cambiar la cultura de la Cámara». En fin, parece que la mano dura es mucho más fácil de aplicar cuando el problema está lejos de tu despacho. Eso también es muy humano, como la maldad y la estupidez.

El equipo Sky, atacado por una Comisión Parlamentaria