Ciclismo junior, pasión y sacrificio

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Eduardo Pérez Landaluce, de primer año sub23. Foto: Fundación Euskadi

Este artículo lo enfoco más a un artículo de opinión sobre la categoría junior, que a algo relacionado con la preparación. Una categoría preciosa para trabajar y empezar a entender el ciclismo de la manera más completa posible, en cuanto al deporte que es y los valores que nos ofrece. ¿Verdaderamente se trabaja bien en esta categoría? ¿Cual es límite y cuanto trabajo es el óptimo? ¿Qué valores inculcar y enseñar?

Bajo mi punto de vista, la gran mayoría de los junior de hoy en día, no entienden ni sienten el ciclismo con la pasión de la generación de los 70-80. Esto se repercute con el bajo nivel medio de la mayoría de los amateur de primer año. No solo de nivel físico, sino también de conocimientos básicos que en estas edades debieran de tenerlos más que asumidos.

La verdadera crisis no es la falta de patrocinadores o de equipos, puesto que la mayoría de los equipos sufren para poder hacer una alineación de garantías, sino la falta de corredores junior con aptitudes para el campo amateur.

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Unai Iribar, ganador de la Copa Valladolid. Foto: RFEC / Santi Miñarro

Esas dos generaciones vivieron los años de oro del ciclismo base en España, con pelotones de hasta 300 corredores en pruebas como Klasika de Primavera y muchas carreras con pelotones provinciales de 150 corredores. De la cantidad sale la calidad. Y de la calidad sale la competencia que produce la mejora de unos y de otros. Subir el nivel medio es el resultado.

También la generación del 80 fue la primera en empezar a experimentar con pulsómetros y entrenamientos más o menos científicos. Los primeros médicos/preparadores hicieron acto de presencia a finales de los 90. Pero en una época donde el plato pequeño era de 42 y pocas veces las coronas subían del 23, se abusaba de desarrollo, de volúmenes, y faltaba la recuperación en todos los plannings. Esa mezcla entre nueva tecnología, viejas costumbres y limitaciones tecnológicas dio paso a la edad de oro del ciclismo español.

Desde Olano, Valverde, Contador o Landa, todos son hijos de ese ciclismo a base de fuerza, esa mezcla entre sabiduría e ignorancia.

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Landa, con Brailsford esta pretemporada. Foto: Team Sky

Pero hay un punto a destacar que no se entrena con potenciómetros, pulsómetros o gps, y es la pasión y el sacrificio. Ese entrenamiento que no se ve, y que no ha de verse en ninguna red social. Como cuando se estudia para un examen en la soledad de la habitación o en el silencio de la biblioteca.

Después está la valentía, suena a lo que nos podía decir nuestro abuelo, a palabras que despreciamos cuando nos sentimos aludidos, pero que días como hoy, después de ver a Gilbert cabalgar 55 km en solitario para ganar toda una Ronde, o a unos elegidos durante más de 100 km en Valenciaga y casi llegar a meta, suenan a fábula. Y esa valentía no hay que entenderla en entrenamientos de 150 km. Eso se tiene que tener, y si no educar para que se tenga. Pero atacar de cara a la galería, mirando hacia atrás, contarle al público físico o virtual tus excusas, cada día es más habitual.

Correr un calendario provincial de 20 carreras donde son los mismos 3-4 corredores quienes disputan las carreras es un problema enorme, que produce falta de experiencia, acomodamiento y “ese punto que solo se coge con la competición”.

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Gravalos (La Rioja) bate a Pérez Landaluce (Asturias) en la Gipuzkoa Klasika 2016. Foto: RFEC

Pero lejos de debates federativos, creo que el verdadero trabajo no está en los fines de semana de carreras, sino de lunes a viernes. Es ahí donde hace falta un trabajo un poco más profesionalizado, o quizás un trabajo un poco más metódico.

Y para ello quiero poner un pequeño grano de arena; no se trata de hacer un plan de entrenamiento personalizado, ni de volver locos a estos chicos que verdaderamente no sientan esa pasión, pero sí de unas mínimas pautas: puesto que lo mismo que el bachillerato es preparatorio para la universidad y hay que esforzarse al máximo, la categoría junior es necesaria para la formación muscular y poder afrontar el campo amateur con garantías y de una manera en que disfrutemos de ella, en un buen equipo y con un nivel aceptable.

Pero en definitiva, si no hay pasión y sacrificio, poco podremos esperar de nuestros juniors en un futuro.

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