Boonen, el adiós del ‘flandrien’ moderno

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Boonen se despidió en paz en Roubaix. Foto: Tim de Waele / QuickStep

Tom Boonen (1980) ya forma parte de la historia del ciclismo después de retirarse tras la última París-Roubaix. Y también de la historia de los románticos, de los batalladores, y por supuesto, de los mejores clasicómanos de siempre. Un ‘flandrien’ que ha marcado, deportivamente, una época, y que se ha convertido en un referente humano por sus matices como personaje público.

La estampa imponente de Tom Boonen bailando poderoso sobre los adoquines, cogido en la parte alta de su manillar sin guantes, sin importarle si avanza por la parte lateral o central de la calzada, la comodidad que muchos buscan o allí donde se puede hacer daño, es una imagen que los aficionados al ciclismo no podrán olvidar, pues estuvo presente hasta la última carrera de Tommeke, el astro belga que se retiró este domingo al concluir la París-Roubaix, su carrera favorita y la que más alegrías le ha dado, con 4 triunfos, a cada cual más espectacular.

Con su retirada acaba una era, la del clasicómano de adoquines más laureado de la historia, que ha igualado récords en casi todas las carreras imaginables (4 veces vencedor en Roubaix, tres en el Tour de Flandes, 4 en Harelbeke, 3 en Gante-Wevelgem…) y que ha marcado el devenir de estas carreras en los últimos 15 años, especialmente en sus años gloriosos junto a los mejores del suizo Fabian Cancellara, retirado el año pasado, con quien se batieron en duelos de altos vuelos, especialmente entre 2008 y 2012.

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Boonen fue protagonista en su última Roubaix, su carrera preferida. Foto: Tim De Waele / Quick Step

Boonen ha ido superando generaciones: empezó batiéndose el cobre con sus ídolos de infancia, Johan Museeuw o Peter Van Petegem; dominó su generación junto al citado Cancellara y los Flecha, Hushovd, Pozzato y compañía; y ha acabado compitiendo con las nuevas estrellas, jóvenes y no tan jóvenes, desde Sagan a Van Avermaet, pasando por Degenkolb o Kristoff, con quienes les diferencia hasta 10 años, como con el actual campeón del mundo, que admitió esta pasada semana que Tommeke fue un ídolo de su infancia.

El de Mol se ha quedado a las puertas de la leyenda absoluta al no poder lograr un quinto entorchado en la París-Roubaix que le hubiera desempatado de Roger De Vlaeminck para situarse como récordman absoluto, pero, entre sus victorias de 2005, 2008, 2009 y 2012 hasta ahora, no ha parado de luchar con su dignidad habitual, a pesar de sus últimos años que se han convertido un continuo de recuperaciones milagrosas tras lesiones en caídas importantes (sin apenas clásicas en 2013 y 2015) que, sin embargo, no le han impedido estar cerca de otra Roubaix u otro Mundial (2º y 3º, 2016), manteniendo un nivel de élite a sus 36 años.

La temporada pasada, fue segundo en el velódromo, a unos pocos centímetros del sorprendente Mathew Hayman, justo el día en que le habían recomendado volver a entrenar después de la grave conmoción sufrida en una caída en el Abu Dhabi Tour el octubre anterior. Este 2017, una caída en Omloop Het Nieuwsblad no le ha impedido estar en las mejores carreras; mientras que en Flandes se vio fuera de la pelea por problemas mecánicas en el muro clave, en Roubaix acabó como mejor sabe: marcando la diferencia con combatividad incesante, a pesar de no entrar en el corte bueno y ser 13º.

Combatividad para acabar un idilio que empezó hace nada menos que 15 años, en 2002, cuando debutó en la carrera en su primer año de profesional con US Postal, el equipo americano de Lance Armstrong al que llegó “porque mi exentrenador estaba allí” y subió directamente al podio, en el tercer puesto, por detrás del legendario Museeuw y el alemán Steffen Wesemann. Al año siguiente ya fichó por el Quick Step de Patrick Lefevere, emblema del ciclismo belga y de las clásicas que ama. Una estructura que nunca ha abandonado y donde no paró de progresar hasta lanzarse al estrellato definitivo.

Con la emergencia del joven talentoso que se sabe capaz de todo, Boonen firmó, con 25 años, un 2005 de ensueño que le catapultaba como nueva referencia mundial: ganador tanto del Tour de Flandes como de la París-Roubaix, vencedor de dos etapas en el Tour de Francia (donde aspiraba al maillot verde después de haber ganado en los Campos Eliseos en su debut el año anterior) y, finalmente, campeón del mundo en Madrid, con el sprint ante Valverde que dio pie a la célebre narración de la televisión belga: “Tommeke, wat doe je nu?” (“Tommeke, ¿qué haces?”).

Rápido y certero para ganar llegadas masivas del nivel del Tour de Francia a la vez que poderoso para llevarse en solitario los principales Monumentos del calendario, Boonen se convirtió en el prototipo del flandrien moderno. Además, joven y carismático fuera de las carreteras, el belga se convirtió también en una celebridad, en una vida cada vez más tormentosa que le llevó a mudarse a Mónaco durante una temporada y a tener dos positivos por cocaína. Uno, en 2008, le valió el veto del Tour de Francia, mientras que el segundo, en 2009, provocó una suspensión de su equipo hasta junio, que no evitó que se proclamara campeón belga a su vuelta.

Unos sobresaltos que no descarrilaron su carrera, todo lo contrario: le convirtieron en un profesional cada vez más ejemplar en su creciente veteranía, y en su proyección pública; en un ídolo humano, honesto y consciente de sus errores, lejos del príncipe intocable en el que tuvo el peligro de convertirse.

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El homenaje que recibió en la salida del Tour de Flandes demuestra su grandeza. Foto: Brake Through Media

Y, aunque desde entonces se le han escapado las grandes victorias, esto no ha sido problema para un Boonen consciente de estar en el equipo referencia de las clásicas, en el que ha compartido plantilla con otros ganadores de Monumentos como Stijn Devolder (dos De Ronde), Niki Terpstra (una Roubaix) o el último flamante ganador del Tour de Flandes, un Philippe Gilbert nuevo en el equipo. Compartiendo equipo con ellos, Tornado Tom siempre ha sabido qué papel le tocaba tener.

“Con Tom, siempre ha sido muy fácil. Está de acuerdo con todo, ya se vio en San Remo. No le tuvimos que decir nada, y por su propio pie decidió que se pondría a tirar y correr para sus compañeros”, explicó el mismo Gilbert en una entrevista previa a Flandes en CyclingTips. “Ya se ha dicho todo de Tom Boonen: es un gran talento, pero también un importante corredor de equipo”.

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Boonen se ha convertido en un ejemplo para sus compañeros. Foto: Brake Through Media

Decidió alargar su trayectoria profesional un año después de quedarse a un palmo de la gloria en la pasada edición de Roubaix, y desde entonces ha recibido el cariño y homenaje tanto del pelotón como del público. La reciente Scheldeprijs empezó desde Mol, localidad natal de Boonen, a propósito para la ocasión. Incluso fe su abuelo quien disparó la salida. “Es la primera vez que se mueve la salida en 100 años. Estuvimos 50 kilómetros alrededor de mi casa, por las carreteras en las que entreno, llenas de gente despidiéndose como si fuera una etapa del Tour a pesar de ser un miércoles. Fue muy emotivo”, explicaba en la víspera de su despedida.

“Las últimas semanas han sido una montaña rusa de emociones, pero no me hubiera imaginado vivir estas emociones. Quiero agradecer a mis fans haber estado a mi lado los últimos 15 años», dijo al bajarse de la bicicleta en el velódromo. El último adiós a un flandrien universal, el niño prodigio convertido con el paso de sus años y la pérdida de su pelo en un personaje noble, que se ha ganado el respeto de sus compañeros de profesión, que han inundado las redes de mensajes de despedida al belga esta última semana.

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«Gracias, Tom». Sus últimas carreras se han convertido en una despedida continua. Foto: Brake Through Media

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