Alberto Contador, el eslabón entre el ciclismo de ayer y hoy

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Más allá de los éxitos deportivos, que son innegables, la seña de identidad de Alberto Contador durante su trayectoria ha sido no dejar a nadie indiferente. Nacido en Madrid pero criado en Pinto desde siempre y con raíces extremeñas, el ‘Pistolero’ ha sido siempre un ciclista querido y señalado, aunque no a partes iguales, ganador de siete grandes vueltas -él cuenta nueve-, desde el Tour de Francia 2007 hasta el Giro de Italia 2015.

Empezó en el ciclismo en la categoría cadete y comenzó a destacar en juveniles. Y subió de su Pinto al País Vasco para pedalear en el vivero del Iberdrola amateur de Peio Garaialde y Juan González. Con 19 años ya debutó como stagiare en las filas del ONCE, y a los 20 ya ganaba la contrarreloj de una Vuelta a Polonia que no estaba lejos de ser la carrera que es hoy.

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Recién llegado a la clase con 20 años. Foto: Urtekaria

Con Manolo Saiz empezó su despegue profesional, en aquel ONCE de José Azevedo, Joseba Beloki, Igor González de Galdeano, Joaquim Rodríguez, Luis León Sánchez o Mikel Zarrabeitia. La estructura pasó a denominarse Liberty Seguros en 2004 y 2005 y que tras la Operación Puerto derivó en 2006 en el primer Astana que lanzaba entonces Alexandr Vinokourov, entonces corredor.

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La juventud de Contador en el Liberty. Foto: Urtekaria

Tres grandes en 18 meses

Contador, sin embargo, apareció para el gran público en el Tour de Francia de 2007, enrolado en el Discovery Channel de Johan Bruyneel, después de dejar destellos de su calidad con victorias de altura en País Vasco, Suiza o Romandía. Una edición de Tour en la que era hasta que Michael Rasmussen fue expulsado por la organización tres etapas antes del final. Era su primera Grande con apenas 24 años y, ahora sí, todo el futuro por delante.

Pero antes de eso había tenido que superar una operación por un cavernoma cerebral, detectado tras caerse en la Vuelta a Asturias en 2004 sin explicación aparente. Tras meses apartado de la competición y saliendo airoso en la polémica Operación Puerto, el madrileño alzaba los brazos tres años después en la que luego fue la carrera de sus amores y decepciones.

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Contador, flanqueado por Bruseghin y Riccó en el Giro 2008.

Ya con un Tour en el bolsillo, Contador se propuso hacer lo propio en el Giro. Fichó por Astana, que por los escándalos de dopaje del año anterior fue apartado y se quedó sin defender su primer puesto en la ronda francesa. Ganó el Giro y decidió replantear su temporada cambiando el Tour por la Vuelta. Volvió a ganarla con una exhibición en el Angliru y otra, al día siguiente en las Fuentes de Invierno. Así firmó el doblete y pasó, en poco más de año y medio, de ser un joven prometedor a acompañar a Eddy Merckx, Jacques Anquetil, Bernard Hinault y Felice Gimondi como el quinto –y primer español- ganador de las tres grandes vueltas.

Tour 2009 y 2010: Ha nacido una estrella

Pero la obsesión de Contador, la carrera en la que ha querido perdurar en la historia, ha sido el Tour de Francia. Por eso en 2009 decidió ir de nuevo a por él. El Astana presentó a un fichaje estrella para acompañarlo: Lance Armstrong. El que fuera siete veces ganador del Tour decidió volver a la competición y eligió el equipo de Contador –dirigido por Bruyneel- para el regreso. Armstrong realmente no quería acompañar a nadie, sino tratar de ganar cuatro años después de retirarse. Pero el madrileño fue el más fuerte del equipo y de la carrera. Dos Tours a los 26 años. Contador había venido a llenar el hueco que dejó la marcha de Miguel Induráin en 1996.

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El ‘pistolero’ del Tour 2009. Foto: Tim De Waele

Y cuando en 2010 ganó su tercer amarillo, segundo consecutivo, la afición española lo terminó de encumbrar como una gran estrella del deporte nacional. Coincidió, además, con los años dorados de Rafa Nadal, el Mundial de ‘Iniesta de mi vida’ y los éxitos de los hermanos Gasol y Juan Carlos Navarro en baloncesto. Contador era la cuarta pata de ese banco. Su actitud atacante en carrera y la celebración del ‘Pistolero’ cada vez que ganaba lo convirtieron en un icono. Si Contador iba a una carrera, se hablaba de ella. Si no, pasaba inadvertida.

Caída y resurgimiento

Pero todo se rompió en septiembre de 2010, cuando recibió la notificación de un positivo por clembuterol. Así comenzó un culebrón de año y medio en el que el madrileño y su entorno fueron agotando todos los recursos y las instancias posibles defendiendo su inocencia. La teoría esgrimida fue la ingesta de un solomillo contaminado, pero todos los recursos tenían el mismo resultado: desfavorable. Ahí fue cuando Contador dejó de ser unánimemente idolatrado para pasar a tener muchísimos defensores y no pocos detractores.

Mientras se resolvía su situación, fichó por el Saxo Bank de Riis y se planteó el desafío Giro-Tour. Ganó el Giro de forma apabullante, sentenciándolo en el primer día de montaña, pero en el Tour no tuvo piernas y acabó quinto. Finalmente, la sanción llegó. Dos años, en parte retroactivos, perdiendo el Tour 2010, el Giro 2011, la Volta 2011 y medallas en los Campeonatos de España. No podría correr el Tour 2012… pero regresaría para la Vuelta.

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Fuente Dé 2012: el resurgimiento.

Y allí, en la Vuelta a España 2012, tuvo lugar un hito que reconcilió al ciclista con buena parte de su afición. En una carrera donde no estaba siendo el más fuerte, y ya con el ‘modelo Guillén’ de infinitos finales en alto establecido, aprovechó una etapa aparentemente intranscendente en Fuente Dé para montar una jugada táctica y aprovechar la debilidad de equipo de ‘Purito’ Rodríguez. Atacó en la Collada de Hoz a 50 de meta, asaltó el maillot rojo y consiguió su segunda Vuelta a España.

Todo menos el Tour

Pero ya no era ese escalador imparable. Oleg Tinkov entró en la estructura de Riis y empezó una relación tortuosa entre ambos. Contador no rindió en el Tour 2013 al nivel necesario para ganar -fue cuarto-, y el magnate ruso empezó a criticarlo públicamente en redes sociales. Durante aquel otoño las cosas se arreglaron, y el ciclista se centró –otra vez- en el Tour para el año siguiente. Su estado de forma era óptimo, pero una caída bajando el Petit Balon lo mandó para casa con una fisura en la meseta tibial y en la mejor forma de su vida, según dijo entonces. Quizá fue su última oportunidad de reconquistar el Tour pues Chris Froome había abandonado días antes. Semanas después apareció en la salida de la Vuelta a España donde volvió a resurgir. Contador derrotó a Froome –que otra vez se quedaba a las puertas- y alzó su tercera Vuelta.

Después se volvió a fijar el objetivo Giro-Tour, como cuatro años antes, sin validez por la sanción. Y volvió a ganar el Giro sufriendo en las últimas etapas frente a una generación siete u ocho años más joven que él. El dúo Aru-Landa en Astana, tan potente como falto de complicidad, lo puso contra las cuerdas pero su superioridad en la contrarreloj y el tirar de experiencia en la montaña le dio de nuevo la victoria. Sería la última ‘Grande’ de Contador, que se volvió a estrellar en el Tour.

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Por delante de Landa en el Giro 2015. Foto: Web Contador / Bettini

Con el discurso y la convicción de que se sentía fuerte para seguir peleando por su tercer maillot amarillo en París –nadie lo había conseguido con seis años de diferencia entre su anterior victoria-, volvió a presentarse en la línea de salida y se estampó contra una rotonda. El madrileño tuvo que bajarse de la bici y fiarlo todo a la Vuelta.

Pero la preparación y el motor ya no eran los mismos: Contador, lejos del maillot rojo, montó otra jugada táctica camino de Formigal y se la endosó a Froome –que volvería a ser segundo-, pero esta vez le faltaba un punto de fuerza. Nairo Quintana colaboró y luego remató la faena.

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Contador alienta a Quintana camino de Formigal en la Vuelta 2016. Foto: Unipublic / Graham Watson

Las críticas de Tinkov no hacían sino arreciar, cada vez más groseras. El ruso echaba el cierre a su equipo, cansado porque nadie quería atender sus recetas para el ciclismo mundial, y Contador fichaba por Trek-Segafredo con un año más otro opcional y la vista puesta, otra vez, en el Tour. Pero en la primera etapa realmente dura, subiendo al Mont Du Chat, el madrileño se dejaba cuatro minutos. Después de una temporada a buen nivel y repleta de segundos puestos (Andalucía, París-Niza, Catalunya y País Vasco), en el Tour se quedaba sin opciones de general. Acabaría noveno tras varias escapadas que no pudo rematar.

La despedida

En agosto, poco antes de la Vuelta, anunciaba su presencia en la línea de salida de Nîmes… como su última carrera. En Andorra volvió a vivir la peor cara del ciclismo, quedando fuera de la general. Corriendo como más le gusta, al ataque y sin importarle demasiado el mañana, pedaleó dedicando su particular adiós a las carreteras españolas. La despedida feliz llegó en el Angliru. El lugar donde cimentó la Vuelta a España 2008 con una exhibición. Y lo hizo sin ser el corredor todopoderoso en las subidas, sino el que buscaba jugadas donde nadie lo esperaba. Bajando el Cordal arriesgó y se fue por delante, tomando una ventaja que pudo sostener en la terrible subida asturiana para lograr la única victoria de este 2017 y la última de su trayectoria.

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Contador, esta temporada, con 34 años, 15 de profesional. Foto: ©A.S.O. / Kåre Dehlie Thorstad

Así se despidió deportivamente, ante el delirio de sus seguidores y ganándose el respeto de quienes lo detestaban, un hombre con dos mitades claras en su carrera, antes y después de la sanción. Al día siguiente diría adiós delante de una multitud en las calles de Madrid entre gritos de «un año más». Siete grandes vueltas y varias veces ganador de París-Niza, Volta a Catalunya, País Vasco, una Tirreno-Adriatico, Vuelta a Burgos… por palmarés el mejor vueltómano del ciclismo desde Indurain, ahora con permiso de Froome.

Contador ha sido un hombre que, tal vez, empezó sin quererlo la casa por el tejado ganando el Tour cuando apenas tenía un palmarés consolidado. Al que su equipo –Jacinto Vidarte como jefe de prensa, Jesús Hernández de gregario y Faustino, su mecánico- acompañaba a cada paso, y cuyas declaraciones en público no siempre jugaron en su favor.

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Contador, el último ataque, el último triunfo en la Vuelta. Foto: Unipublic

Los españoles, siempre entusiastas, pensaron en otro Indurain capaz de ganar el Tour cuantas veces fuera necesario. Pero la sanción, el propio paso del tiempo y, a veces, los objetivos fijados por él mismo hicieron que Contador quedase en la historia de la ronda francesa en un segundo lugar.

A cambio, es uno de los ciclistas más recordados por su forma de correr, por lo aportado al espectáculo y, tal vez, por ser el último eslabón entre el ciclismo de sensaciones y el actual, en el que los potenciómetros y los datos lo controlan todo.

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